22

415 105 31
                                    

—Buenos días, gotita de lluvia, ¿Por qué estás tan callada?

Guillermo llega sentándose a mi lado. Sonrío abriendo mi botella de agua. Esta es una gran historia.

—Hoy mientras presentábamos el trabajo, un mensaje le llegó a Jena.

—¿Por qué hablamos de ella?

—Era Ruggero.

Guillermo se queda en silencio, bajo la mirada a mis manos. No sé por qué me siento tan desconcertada.

Pero no sé, cuando alcancé a ver su teléfono y reconocí que el número, una rara sensación se instaló en mi pecho. Y lo único que pude hacer fue salir y sentarme en una mesa de la cafetería.

—¿Estás celosa?

—No, reconozco los celos, y no me siento así.

—¿Qué es entonces?

Suspiro profundo, no sé qué es. Pero siento que es algo similar a lo que sentí cuando supe que mis padres no volverían jamás.

Bajo la mirada, Guillermo se pasa a mi lado y me abraza por los hombros. Cierro los ojos.

No están siendo días buenos, la hija de papá cumple quince años, y por mi mamá me enteré que le harán una gran fiesta. Y no es que quiera ser una maldita interesada, pero yo no tuve nada más que un pastel en mis quince años.

¿Por qué con ellas es todo tan diferente a como lo es conmigo?

Trago saliva, siento mis ojos aguados y cuando Guillermo besa mi frente, termino permitiendo que la primera lagrima ruede por mi mejilla. Me abrazo a él asustada por las sensaciones que estoy sintiendo ahora mismo.

—¿Es que en serio no me quieren, Guillermo?

—No digas eso.

—¿Por qué a ellas sí y a mi no? No estuvieron en ninguno de mis cumpleaños, en ninguno.

—Lo siento tanto...

Me abraza hasta que la cabeza me duele de tanto llorar, y aunque ya no lloro, me mantengo abrazada a él hasta que he conseguido estar completamente calmada. Al alejarme él toma mi rostro entre sus manos.

—¿Otra vez discutiste con tu mamá?

Asiento, él suspira.

—¿Qué pasó ahora?

—Le pedí que se quedara solamente un momento, y terminó gritándome que ya no soy una niña necesitada de amor. Reaccioné mal, le grité que le odiaba por haberme causado tantos problemas para entregar amor y su respuesta fue una cachetada.

—Odio que te toquen.

Él aparta un mechón suelto de mi cabello, muerdo mi labio inferior.

—Y si a eso le sumamos que Ruggero me llama solo cuando quiere sexo... —suspiro mirando el techo de la cafetería.— No estoy bien.

—¿Por qué me estás contando esto ahora?

—Haz estado ocupado ensayando en eso del concurso.

—Para mí mejor amiga tengo toda la vida. —asegura acomodando mi cabello.— Esto es lo que haremos, te llevo a comer, vas a tu casa a preparar tus cosas y paso por ti en la noche para que te vayas conmigo mientras toda la situación se calma, ¿si?

—No, no quiero molestar.

—¿Bromeas? Tú nunca molestas.

Una risa se me escapa, termino asintiendo mientras él besa mi frente y me promete que estaré bien antes de ponerse de pie.

Inapropiadamente PeligrosaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora