34

401 112 21
                                    

Las clases de salsa siempre me parecieron cliché. Hasta que saqué una mala nota y me aseguraron que la única manera de pasar la materia era inscribirme a las malditas clases.

La mitad de mi clase está aquí. Y no sé si sea solo mi pensamiento, pero creo que la mayoría lo hizo por diversión.

Y ahora están condenados.

Me duele el cuerpo, me he movido más que en cualquier otra actividad. Y mientras mis compañeros descansan, me mantengo caminando de un lado a otro porque si me detengo, el dolor se hará presente.

Más dolor del que ya siento.

—Muy bien, chicos. Mientras descansan, les haré un anuncio. Anualmente se hacen concursos que sirven para recaudar fondos para distintas obras sociales. —dice la hija de la maestra que nos envió hasta aquí.— Y como sé que están obligados a venir, estaré evaluando a las distintas parejas y seleccionaré a las dos mejores para que nos representen. Karol, deja de moverte.

—Si lo hago no podré moverme jamás. —informo bebiendo de mi botella de agua.— Pero, me gusta la idea.

—Pueden elegir sus parejas, son libres de hacerlo, y, por supuesto, la pareja ganadora, tendrá una muy buena recompensa de parte de mi madre.

Todo el mundo, insentivado por la buena nueva, comienza a buscar su pareja. Yo acomodo mi cabello sin dejar de mirar a todo el mundo que ha comenzado a sentir el dolor luego de descansar los músculos.

Sonrío. Soy tan inteligente...

Andrés se acerca, le sonrío cuando se inclina a dejar un beso en la comisura de mis labios.

—¿Bailarías conmigo, señorita?

—Pero por supuesto, caballero. —tomo su mano.— ¿No te duele la vida entera? Porque a mí sí.

—Voy a rumba terapia los viernes, no es nuevo para mi. —se encoje de hombros.

—Ay, mañana es viernes. ¿Cómo puedes vivir así?

—Mi cuerpo está acostumbrado al cansancio.

La seducción en su voz no pasa desapercibida para mí. Pongo mi mano sobre la suya cuando acerca la toalla a mi cuello limpiando el sudor.

Mis ojos se cierran cuando pone su mano en mi cintura. Pongo mis manos en su pecho poniendo distancia.

—Eso ha sido todo por hoy, chicos. Nos vemos el martes.

La clase se da por finalizada con un aplauso, suspiro profundo alejándome de Andrés lata caminar hacia la salida.

Yo no traje nada, ni bolsos ni ropa extra, nada. Solo una botella de agua y mi teléfono.

Guillermo dijo que pasaría por mí así que no me preocupé por el dinero o lo que sea.

—¿Sales conmigo mañana?

—Dijiste que irías a rumba terapia. —le recuerdo mientras tomo las escaleras.— Además, ya cometí la bobada de salir de fiesta un martes, faltar el miércoles, tener que tomar clases de salsa obligatorias el jueves, y el viernes lo voy a dedicar a curar el corazón roto de Nicky con Carla. Estaremos en su casa haciendo mascarillas y teniendo conversaciones de chicas. El sábado por la mañana iremos al parque acuático y el domingo iré con Guillermo y nuestras familias la iglesia.

—Tu agenda está muy ocupada para un tiempo a solas conmigo. —resume.

—Sí, pero, hey. Claro que podemos vernos el sábado.

—Pero estaremos todos, no es un tiempo a solas en su totalidad.

—¡Claro que sí, mi amor! Que lindo que hayas venido a verme. Te amo.

Inapropiadamente PeligrosaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora