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—Tu propuesta suena muy atractiva, señorita. —el don juega con su bigote.— Pero tú y yo, ya habíamos hecho un trato.

—Lo teníamos, señor. Pero creo que he cambiado de opinión y ahora quiero hacer las cosas a mi manera.

—¿Qué te hace pensar que estás aquí para negociar?

—Nada, pero si necesita de verdad esas canciones, entonces usted va a llamar a Ruggero. Y yo misma quiero escuchar lo que tiene por decir.

Su mirada se transforma, sonriente me cruzo de brazos esperando que entienda lo que intento decir.

No quiero sabotear a Ruggero. Quizá terminamos en muy malos términos pero eso no significa que quiero su infelicidad.

De hecho es todo lo contrario.

He tomado una madura decisión, si no puedo ser feliz con él, seré feliz por él.

Y eso es todo.

—Entonces... ¿Llamamos a Ruggero? —hago énfasis mientras saco mi teléfono.

—Muy bien, mocosa. Ganaste. ¿Qué es lo que quieres?

—Quiero dos cosas, don. —me acomodo en mi lugar.— Quiero que usted deje de presionar a mi amigo para que hunda la carrera de alguien más, si el mundo le va a conocer, será por el incomparable talento que tiene y no por sus sucios y manipuladores juegos. Quiero que sus juguitos se detengan y que deje de joder con las letras de las canciones porque no se las voy a dar. No voy a traicionar a Ruggero.

—¿Qué te hace pensar que le traicionarás?

—La promesa que le hice. —digo firme.— Yo le prometí algo y de ninguna manera voy a caer en su juego.

—Créeme, Karol. Si pensé en tu amigo no es para hundir la carrera de tu novio.

—Ruggero ya no es...

—Lo volverá a ser. —me corta.— Si yo pensé en tu amigo es porque tiene talento, y lo único que hice fue ofrecerle las canciones que Ruggero sí vendió.

—No le creo que Ruggero haya vendido sus canciones.

—Ay, niña.

De uno de sus cajones saca un sobre de manila con el nombre de Ruggero escrito y uno completamente en blanco. Me los entrega y confundida los guardo en mi mochila.

No quiero saber qué es. Bueno, sí. Pero los leeré después y no ahora.

—Puedes leer ambos contratos, notar las diferencias, y si quieres, corroborar la veracidad con cualquier abogado que tú decidas.

—¿Por qué hace esto?

—Porque te estás equivocando de villano.

Con eso dicho se pone de pie y camina hacia la puerta. Le sigo totalmente confundida.

Maldita historia de amor que decidí vivir.

Hubiese elegido un reality show de personas millonarias y así dejaba de preocuparme por todo el drama que rodea mi vida.

Pero qué puedo hacer, soy solo yo tomando malas decisiones.

Me acompaña hasta el ascensor, me subo a este y mientras aprieto el botón, le escucho decirme;

—Será un placer trabajar con Guillermo cuando ya hayas leído el contrato. Nos vemos mañana, Karol.

—Si esto es una trampa, le voy a cortar la cabeza. —amenazo antes de que la puerta se cierre.

Suspiro apoyándome contra el espejo.

Bien, ya tenemos los dos contratos. El que supuestamente Ruggero firmó y el que Guillermo debería firmar.

Inapropiadamente PeligrosaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora