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—Gracias por esta noche, Andrés. Me divertí mucho. —musito apenas el auto se detiene. Él me sonríe dejando un beso en mi mano.

—Para la lady más linda lo que sea, gracias a ti por haber aceptado venir.

—Eres increíble. —me rio retirando mi mano.— Hasta el lunes.

—Hasta el lunes, cariño.

Muevo mi mano a modo de despedida y me alejo hacia la puerta sacando mis llaves. He decidido venir a casa, Guillermo tiene un tema pendiente con Carla.

Le va a quitar la virginidad pues.

Así que le doy esta noche y ya mañana tendrá que traerme mis cosas. Todo perfecto hasta el momento.

Entro a la casa, camino hacia la habitación de los abuelos y toco la puerta obteniendo una afirmativa de su parte.

—Hola, solo quiero avisar que estoy aquí y que no se asusten si escuchan ruido.

—Era obvio, nadie más tiene llaves, Karol. —dice el abuelo. Me rio.— ¿Por qué no te quedaste con Guillermo?

—Porque está con su novia. —me limito a responder.— Estoy cansada, mejor me voy.

—Descansa, cariño.

Asiento, les lanzo un beso y camino hacia mi habitación. Cierro la puerta y me deshago de los tacones.

—Llegas tarde.

—¡Ay! —me llevo la mano al pecho centrando mi mirada en la cama. Ruggero se pone de pie.— Va a ser la una, ¿qué horas son estas de llegar, señorita?

—¿Qué haces aquí? ¿Cómo entraste?

Mi mirada recorre todo el lugar, visualizo las llaves sobre la cama y corro a tomarlas. Él intenta evitarlo pero yo ya las he obtenido.

Guardo las llaves en mi armario, él suspira. Maldito acosador, que no joda.

—Lárgate. —señalo la puerta del balcón.— No estoy de humor, Ruggero. Y si quieres sexo, busca a una mujer que quiera dártelo, no soy un puto juguete.

Se acerca en silencio, me preparo para tener que golpearlo pero me toma desprevenida cuando me abraza. Pongo mis manos en su pecho imponiendo distancia.

No quiero, realmente no quiero terminar de entrar a este círculo vicioso donde solo nos hacemos daño y arreglamos las cosas con sexo. La idea al principio me parecía atractiva, pero ahora no puedo más.

Incluso yo me estoy cansado de tanta mierda.

Cruzo mis brazos sobre mi pecho, trago saliva y cuando menos lo espero, ya estoy llorando apoyando mi frente en su pecho. No es él, no soy yo.

Es todo lo que me rodea.

Estoy encerrada en un tóxico ambiente y realmente lucho por salir pero no puedo. No cuando mi principal detenimiento es mi propia madre.

Ya no puedo más.

No puedo simplemente sentarme y ver cómo ella es feliz sin mi. No siente mi ausencia, no me quiere.

—Estoy aquí. —susurra y niego.

—Guillermo, necesito a Guillermo.

—Déjame entrar, Karol, cuéntame lo que sucede.

Me alejo dándole la espalda. No quiero hacer eso.

Soy capaz de compartir mis miedos con Guillermo porque al final somos amigos y nuestras barreras se detienen en una hermandad. Pero con Ruggero es diferente.

Inapropiadamente PeligrosaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora