VIII

69 11 5
                                    


I used to be such a sweet, sweet thing

'Til they got a hold of me

I opened doors for little old ladies

I helped the blind to see

I got no friends 'cause they read the papers

They can't be seen with me and I'm gettin' real shot down

And I'm feeling mean

No more Mister Nice Guy

No more Mister Clean

No more Mister Nice Guy

They say he's sick, he's obscene.


No more Mr. Nice Guy - Alice Cooper


Uno de los momentos favoritos del día, para Dylan, era el paseo de la vergüenza: le parecía el triunfo de cualquier noche de fiesta. Ir a un bar, volverte un poco loco, acabar en casa de alguien conocido o desconocido y luego volver a casa de día. Había algo como de poesía de Baudelaire. Dylan sonrió para sí, somnoliento: "inserte frase de referencia cultural, a poder ser de un libro que has estudiado en clase pero que no ha leído ni Dios".

Había dormido con Summer, que era mejor que dormir con cualquiera porque le gustaba acariciarle el pelo a alguien hasta que se quedaba dormida. En la era del sexo rápido y sin sentimientos el cariño también es un poco punk.

Había dado paseos de la vergüenza con menos resaca y también con el estómago más revuelto. Estaba adquiriendo una poderosa resistencia al tequila con tanto entrenamiento. Se sentía apestoso, eso sí, y aún tenía restos de ceniza encima. La puta ceniza de los cojones, menudo visionario LeBlanc. Se cruzó con una chica que llevaba un vestido negro de tirantes y los tacones en la mano. Se saludaron con un gesto de cabeza casi solemne. Joder, le encantaría tener peor pinta, darle más dramatismo; ser un tío tiene mucha menos performance, aunque es más relajado. Te dan menos por culo, en el mal sentido.

Saludó a un par de personas que conocía y aceleró el paso, porque no le apetecía hablar con nadie. Bueno, con alguien sí, claro. Por eso dio un rodeo de 20 minutos hasta la cafetería, aunque si le preguntaran diría que le caía de paso. Por supuesto que uno siempre dice que le pilla de paso aunque no sea así. Son esas cosas que se hacen.

Era una cafetería pequeña en una calle amplia llena de árboles. Aquella zona era sobre todo de familias con críos: no había jeringuillas en los parques, como en su barrio, había un par de colegios buenos. Las viejitas paseaban a sus perros diminutos y fofos hablando unas con otras. No hacía demasiado calor, el cielo estaba despejado. La definición del buen día.

Unas chicas estaban sentadas en las mesas circulares de la terraza, haciéndole fotos a su desayuno. El suelo era de madera y chirriaba cuando lo pisabas. Además, todo estaba lleno de tiestos que, por el momento, habían superado el vandalismo y lo llenaban todo de un aroma dulzón. Todo le estaba pareciendo muy bonito y se sintió un poco avergonzado por ello, pero tragó saliva y se metió al local sin pensar que era excesivamente tonto.

Dentro, como siempre, olía a lavanda y al incienso que la dueña ponía por todas partes. Anne Marie era una señora hippie que seguro que había estado en una secta en algún momento. Bueno, esa información no la había podido confirmar, pero por sus ponchos y sus faldas largas y su pelo lleno de canas y larguísimo y sus sobacos sin depilar se podía deducir perfectamente. Le apasionaba esa señora, pero cuando él estaba allí no podía preguntarle nada; Alex se lo había prohibido expresamente. Por el momento.

SalvajesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora