XI

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People help the people
And if your homesick, give me your hand and I'll hold it
People help the people
And nothing will drag you down
Oh and if I had a brain, Oh and if I had a brain
I'd be cold as a stone and rich as the fool
That turned all those good hearts away

People help the people - Birdy


Juliet había aprendido muchas cosas durante el último año, muchas de ellas sobre cómo funcionaban las personas y otras tantas sobre cómo funcionaba ella misma. Lo había hecho gracias a escucharse, pero también gracias a Jauregui y a las horas de terapia. Una de esas cosas era que había que intentar hacer frente a los problemas con cabeza: saber qué armas tienes, no lanzarte al vacío pero tampoco quedarse escondido en su cueva. No sirve de nada enfrentarse a cosas de las que uno no sabe defenderse.

A Juliet eso le había pasado con la soledad. Le pasaba desde pequeña. Y es que, aunque siempre había temido a la gente y siempre había mantenido una distancia prudencial, la soledad le martilleaba en los oídos de una forma que a veces la paralizaba, tomaba el control de su mente un miedo atroz. La vuelta a casa solía ser una pesadilla.

Cuando vivía en Nueva York su madre solía estar en casa. Y si no, estaba Errold. Cuando decidió marcharse al piso de la agencia sabía que tendría que compartir habitación y eso no fue un problema: la intimidad le sobraba algunas noches. La mayoría del tiempo estuvo con Noelle hasta que se marchó y después iban y venían chicas con las que tenía más o menos relación. Algunas estaban instaladas allí la mayoría del tiempo, como ella.

El problema de estar sola era que no podía desviar su atención de los pensamientos intrusivos. Esos la asaltaban muchas veces al día y con el tiempo había aprendido a cortarlos, a salir del bucle que formaban esas ideas terribles: todo el mundo te odia, nada es cierto, estás exagerando, eres una loca. De golpe recordaba una frase que le dolió, a quién la dijo, cómo lo dijo, cuándo lo dijo. A veces eran palabras y a veces bastaba con una sensación. No tenía por qué ser verdad. Lo acababa pareciendo, pero no lo era. De hecho, esa idea se iba deformando poco a poco, creciendo sin control hasta convertirse en un monstruo que ocupaba toda su cabeza, que hacía que empezara a crecer una presión horrible en su pecho, que se sintiera aún más sola.

Ya no era lo mismo, ahora era capaz de cortar los pensamientos intrusivos casi siempre. Pero sí que había ocasiones, sobre todo en la calma que se instala después de un momento feliz. Ahí sus defensas bajaban, ya fuera por la confianza que da la alegría o por el cansancio, y entonces todo se volvía complicado. No ocurría siempre, claro, pero tenía la sensación de que esa vez ocurriría.

Después de comer Grey y Summer pidieron un taxi. Juliet y LeBlanc caminaron a casa mientras el cielo comenzaba a clarear. Pensó todo el rato en pedirle a alguno de ellos que se quedara, pero no fue capaz. Sentía que tenía que demostrar que todo estaba mejor, que podía sola. Sabía de sobra que sus amigos se preocupaban por ella, quizás demasiado.

-Oye, ¿tienes maría?- le preguntó a LeBlanc cuando llegaron a su portal.

-Pues ahora mismo no, ¿por qué?

-Para pillar un poco- ella se encogió de hombros intentando sonar natural. El pelirrojo levantó una ceja.

-¿Ahora fumas?

-De vez en cuando. No me corre prisa tampoco. Y te pagaré, claro.

-No hace falta que me pagues, te la consigo gratis. Tengo que hacer un par de entregas ahora y tengo algo en casa. Puedo...

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