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It's been seven hours and 15 days
Since you took your love away
I go out every night and sleep all day
Since you took your love away
Since you been gone, I can do whatever I want
I can see whomever I choose
I can eat my dinner in a fancy restaurant
But nothing
I said nothing can take away these blues
'Cause nothing compares
Nothing compares to you


Nothing compares to you - Sinead O'Connor 






La luz entraba por la ventana de forma suave. Escuchaba el canto de los pájaros y algunas voces en la calle, nada demasiado molesto. Aunque estaba despierta se había quedado en la cama observando aquel orden tan natural que reinaba en el cuarto.

Josh era un tío maniático con el orden. En su escritorio no había tazas de café acumuladas, ni restos de comida. Odiaba, de hecho, comer en su habitación. Había camisas limpias dobladas sobre la cómoda, las sábanas eran blancas y olían a suavizante, seguro que las cambió el día antes.

Él o el servicio de limpieza. Tanto da.

No sabía qué hora era. Sabía que tenía que saber qué hora era pero había dormido tan bien que se había permitido no estar pendiente de cosas humanas. Josh, a su lado, dormía boca abajo sin hacer ni un solo ruido. Su pecho subía y bajaba plácidamente. Había sido uan buena cena en un restaurante bonito. El sexo había sido un poco mediocre pero uno no podía tener siempre un día sobresaliente, ¿no?

Summer se sentía optimista. Contenta. Se levantó de un salto, estirando los músculos. Estaba tan relajada.

-Cielo, ¿puedo usar tu cargador?- preguntó.

Él solo emitió un gruñido y se dio la vuelta. Summer asumió que eso era un sí: de todas formas el cargador estaría donde siempre, en el primer cajón de la mesilla, junto a los pañuelos, la caja de condones, la funda de las gafas. Lo cogió y puso a cargar su móvil.

Agarró su vestido y fue al baño, anexo a la habitación. El único problema es que era un baño compartido para tres habitaciones pero eso a ella no le importaba demasiado: toda su vida había saltado de piso minúsculo a piso aún más minúsculo con su madre y con su hermano, así que tenía un sentido del pudor y la vergüenza muy reducido.

Se metió bajo el chorro de la ducha después de volver a estirar: estaba haciendo poco ejercicio y se sentía un poco agarrotada. Cogió cualquier jabón, cualquier champú, cualquier cosa: en realidad nunca había sido demasiado exquisita para ese tipo de cosas. El agua caliente cayendo por su espalda era con diferencia su sensación favorita, al menos después del orgasmo. Se vio tentada a masturbarse pero se obligó a pensar que tenía prisa, que seguro que era tarde y que Juliet la estaba esperando.

Cuando pensaba en Juliet se ponía automáticamente contenta. Pensar en su vuelta siempre era una cosa que la animaba, incluso aquella semana que había tenido turnos tan larguísimos en la tienda por las rebajas. Su amiga seguía siendo su vía de escape: cuando eran pequeñas y en casa había problemas Summer huía con Juliet, que siempre tenía hueco para ella y que, normalmente, se sentía mucho más sola. Durante tantos años se habían llegado a conocer tan bien que la mayoría de las veces hablar era algo accesorio: se entendían con solo mirarse, podían oler las cosas que iban bien y las cosas que iban mal.

Su amiga le había dicho que volvía de forma definitiva. Summer no sabía si creérselo, los últimos años eso había ocurrido muchas veces: a veces llegaba para estar una semana y se quedaba tres. A veces llegaba para un mes y se quedaba dos. A veces venía sin fecha de vuelta: aunque nunca lo decía en alto, esas veces siempre eran la definitiva, pero nunca lo eran. Summer no podía guardarle rencor por eso.

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