XXII

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Tellin' you to close your eyesJust keep your secrets in your thighs
One in three and one in five

Guess I'm lucky I'm still alive
'Cause people come, try to stain your life
Silence is the perfect noise
For the one they love to call
Poor boy
Poor boy
What you gonna do? These girls are coming for you!


Poor boy - The regrettes 


La Nave 42 había sido una nave industrial donde se almacenaban telas y productos cosméticos que venían de una fábrica cercana, siempre hubo amenazas de fuego. La crisis asoló la empresa mucho antes de que ocurriera lq verdadera catástrofe, pero ese suele ser el motivo por el que ocurren las catástrofes: alguien dejó de pagar. Se dejó de pagar a los empleados, se dejaron de pagar los materiales, se dejaron de pagar las reparaciones. Un día se originó un incendio; al parecer fue un fallo en el sistema eléctrico. Murieron siete personas. Dos responsables fueron a la cárcel. La empresa, antes de entrar en bancarrota, malvendió la nave. Luego quebró igualmente.

Tras mucho tiempo cerrada o sirviendo de almacén acabó convertida en un garito que mezclaba a los punks y a los metaleros, que son dos grupos que no se suelen llevar nada bien pero que tienen en común una fijación por las historias oscuras. Por supuesto, con fantasías de fantasmas incluídas.

El local tenía su cosa, quizás era un poco tétrico pensarlo, pero era lo que querían. Por eso habían pintado las paredes de negro y habían dejado las vigas a la vista. Había un gran escenario con unas cortinas pesadas, como de teatro, que estaban visiblemente deshilachadas y viejas, como si hubieran sobrevivido al incendio. El suelo estaba pulido pero se veía desigual, como si hubiera partes quemadas. Y había graffitis con formas extrañas que brillaban cuando aplicaban la luz oscura y dibujaban en cualquier parte figuras de cuerpos.

Algo macabro, esa era su chispa. A Ezra y a Dylan les encantaba aquel sitio. De hecho, llamaban a Dylan habitualmente para encargarse del sonido de los conciertos. A Juliet también le gustaba, pero le parecía que sería un cliché admitirlo. Aquel día, sin embargo, estaba contenta de estar allí. La sala se iba llenando poco a poco y la música no había empezado a sonar, así que solo había un eco de voces. Olía a impaciencia y un poco a sudor.

Dylan, Alex, Margo y Dorah estaban con el resto de grupos. Dylan se había esforzado en aparentar normalidad, pero se le notaba a la legua que estaba nervioso. Le había pedido a Juliet que fuera un rato antes con ellos para encargarse de vender las entradas. Y Juliet había aceptado porque a esa gente tan dura no hay ni siquiera que sonreírle y había decidido ignorar que su único mérito para conseguir el puesto era ser guapa. Y aplicarse con una maestría sin igual el eyeliner y el ahumado negro.

Esperaba en la barra bebiendo una copa que la camarera le había puesto gratis. Se había pintado los ojos con una sombra oscura y exagerada, con una camiseta de tirantes rota de los Sex Pistols, unos shorts deshilachados a los que había puesto pinchos y tachuelas. Se había metido en el papel de forma más que adecuada. Le habían comprado muchas entradas.

Había escuchado las pruebas de sonido y le había sorprendido para bien. Las últimas veces que les había visto tocar en el local les interesaba más estar de fiesta que dar un buen espectáculo, pero ahora era diferente. Margo y Alex sonaban muy bien juntos. Esperaba de verdad que saliera bien.

En realidad Juliet no estaba para nada triste, o no especialmente triste al menos, pero se imaginaba que desde fuera, apoyada en la barra, se podía estar pareciendo a Taylor Momsen y le gustaba mucho esa idea. En las sesiones de fotos, para que funcionara, se aprendía un papel que nadie le había pedido solo porque le resultaba divertido. Y a veces, en la vida, hacía lo mismo.

SalvajesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora