Kids in a fast lane living for today,
no rules to abide by and no one to obey.
Sex, drugs and fun is their only thought and care,
another swig of brew another overnight affair.
House of the filthy, house not a home
House of destruction where the lurkers roamed.
House that belonged to all the homeless kids.
House of the filthy, house not a home
House of destruction where the lurkers roamed.
House that belonged to all the homeless kids.
Kids of the black hole.
(Kids of the black hole - The adolescents)
Nadie habría sospechado de él, ni de su caminar decidido y tranquilo ni de su polo de una marca que las mamás de las casas del barrio residencial por el que paseaba compraban para sus hijos antes de que se fueran a la universidad. Vestía en ese momento unos vaqueros, unas deportivas blancas, una cazadora algo grande las que estaban de moda y que recordaban a los 80.
Tenía el pelo de un adorable color rojizo y lo llevaba adecuadamente largo. Sus ojos, pequeños y azules, tenían un aire triste y algo cansado pero lo compensaba con una sonrisa bonita, algunas pecas diseminadas sobre su frente. Su nariz era algo grande y le daba un aire atractivo, un poco más adulto.
Parecía inofensivo y él lo sabía. Cualquiera que le viera pensaría que pasaba a recoger a alguna chica a la que llevaría a cenar, al cine. Seguro que estaba en la universidad estudiando algo moderadamente bohemio, como lengua y literatura, y seguro que le gustaban los perros, la música rock. Podría ser voluntario en algún refugio. Un tipo complaciente, un buen chico, alguien que no le haría daño a nadie.
Se detuvo ante una casa bonita, con un césped recién cortado. Los setos tenían formas extrañas que no supo descifrar y que le parecieron algo ridículas. Seguro que el jardinero que las cortó cobró una pasta. Llegado un punto la gente con dinero se volvía loca y creía que necesitaba gilipolleces.
Llamó al timbre. La puerta era de roble y estaba blindada. Seguro que tenía un sistema de alarmas puntero que en la vida habían sonado porque en aquel barrio no había un solo robo desde siete años atrás. Y eso LeBlanc lo sabía porque hacía bien su trabajo, por muy pequeño que fuera el encargo.
No era la primera vez que iba a esa casa. La mujer que abrió la puerta, con una copa de vino blanco en la mano, ya le reconoció.
-Jean, cariño, ¿cómo estás? Por favor, pasa- quiso saber.
-Bien, bien, muchas gracias.
La luz de la tarde se filtraba por la cúpula que coronaba el vestíbulo. Los techos eran altos y la alfombra del suelo, que presentaba un dibujo abstracto, la habían colocado hacía poco. Era una imitación.
-Te veo muy bien. Ven a la cocina, las chicas querrán saludarte.
La señora McNamara estaba casada con un prestigioso cirujano que trabajaba en un centro privado puntero y que viajaba mucho. Al menos él nunca le había visto por allí. Tenían dos hijos que tampoco estaban cuando él hacía sus entregas.
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Salvajes
Teen FictionJuliet está rota porque quien debía quererla no la quiso. Ezra está en guerra con el mundo porque no sabe hacer otra cosa. LeBlanc tiene miedo de admitir que está enamorado. Summer siente tanta culpa que no es capaz de vivir del todo. Grey no tiene...