XXIV

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Yeah, gimme an appetite
Gimme hope for the afterlife
Or a reason to look past tonight
Gimme happiness when I found the fame
Gimme music that doesn't all sound the same
Gimme something that I can look forward to
Gimme humans that I can get closer to
You look down at me but the next thing you know it's you
With the rent overdueGimme a little bit of piece of your peace of mind
Gimme a piece of yours, you'll get a piece of mine
Gimme something to do when there nothing to do
But when I get it, shit, I'll probably just fuck it up too


(Zen - X Ambassadors, K.Flay, Grandson)


-¿Crees que esta vez podré ayudarte en algo?- preguntó Felicia con una mezcla de curiosidad y satisfacción.

-Por supuesto que no, Felicia. Solo estoy dando por culo un rato- Juliet ojeaba las muestras blancas de distintos tamaños. Podía llevar tranquilamente cuarenta minutos paseándose entre cuadros y lienzos en blanco, calculando tamaños, dándole vueltas a ideas que desechaba al rato. Lo hacía siempre que iba allí.

-¿Sabes? Creo que eres perfectamente consciente de lo mal que hablas y que lo haces solo porque sabes que eres bonita- respondió la mujer con una sonrisa.

-Es exactamente eso, quiero ver cómo de desagradable me permite ser esta carita que me ha dado la genética- respondió la rubia, frotándose la frente, concentrada.

Felicia se rió. Juliet sabía perfectamente que hacía mucho que se había dado cuenta de que le gustaba estar allí, que todo lo que hacía era meditado. Podía pasar la tarde ojeando manuales, pinceles, pinturas. Había encontrado aquella tienda por casualidad un día que había ido a hacer la compra: se llamaba la Casa Azul, como la de Frida Kahlo, olía fuerte a químicos y vendía todo tipo de productos relacionados con la pintura. Se mantenía sobre todo de los estudiantes de la escuela de artes.

Con el tiempo Juliet había empezado a hablar con Felicia y con Duncan, el matrimonio que había heredado la tienda, que antes había pertenecido al padre de ella. La verdad es que la chica pasaba allí mucho tiempo y había comprado de todo: materiales, trementina, imprimación. Pinceles, óleo, acuarela. Un poco de todo aquello que Juliet sacó de su vida cuando se marchó a Nueva York.

-¿Cómo fue la pintura para la pared?¿Funcionó?

-Está bien, pero es un poco densa. Para hacer cosas pequeñas va genial, pero creo que no daría resultado en un mural.

-Vale, ¿si la anuncio como algo para que los papás compren a los peques podría funcionar?- repuso la mujer, que tomaba su té de hierbas habitual.

-Mis papás nunca me dejaron pintar las paredes.

-La escuela Montesori, chica. La experimentación se lleva.

Juliet se rió. Quizás si la hubieran dejado pintar las paredes ahora sería un genio, no lo tenía nada claro. Lo que sí sabía es que si se quería presentar a las pruebas para la escuela de arte tenía que empezar a hacer cosas ya, por lo menos a darle vueltas a ideas.

Hacía mucho tiempo que no se sentía tan cómoda con pinceles entre las manos: había llenado libretas de esbozos, de pinturas a lápiz. Había pintado muebles, ropa, el muro de ladrillo de su casa era su última obsesión. Y todo eso le gustaba y le funcionaba como un entrenamiento, pero lo que tenía que hacer era empezar a pensar en ideas más grandes. Literalmente no tenía nada que pudiera servirle. Resopló.

-De verdad, Juliet, ¿te puedo ayudar en algo? Me estás poniendo de los nervios.

Felicia se tocaba la abultada barriga. Estaba embarazada de seis meses. Ese era el aspecto que tenían seis meses de bebé: una marcada curva cubierta por vaporosos vestidos y chales. Era una mujer bajita, de piel oscura y el pelo lleno de trenzas y rastas. También llevaba un aro muy grande en la nariz y los ojos nergros e infinitos. Era una mezcla de colores vibrantes y poderosos. Si Felicia no existiera alguien la habría dibujado.

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