XXXIII

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Hello
The sunny place for shady people
A crowded room where nobody goes
You can be whoever you wanna be here
And oh, I've been livin' at the Chateau
Shouldn't drive, but I should really go home
I don't even know 'em, but they won't leave hereFrightened by my own reflection
Desperate for a new connection
Pull you in, but don't you get too close
Love you now, but not tomorrow
Wrong to steal, but not to borrow
Pull you in, but don't you get too close


Plastic Hearts - Miley Cyrus 






Le pareció que estaba demasiado oscuro, ¿sería de noche? No se movió, no dijo nada. Se quedó ahí, quieta, apreciando la suavidad de la sábana y el olor a limpio. La paz tenía que sentirse así, despertando en una cama limpia y cómoda.

Se decidió a desperezarse, a abrir los ojos. Todo seguía en su sitio. Las cortinas estaban echadas, olía a algo delicioso que no sabría describir.

-¿Leb?- llamó, desperezándose.

-Pensé que tendría que darte un beso de amor verdadero para despertarte, chica- su amigo la sonrió desde el sofá.- Me desilusiona un poco que no haya sido así, la verdad.

Juliet sonrió. Se sentía un poco mareada, con los músculos entumecidos. Incorporarse fue un esfuerzo, pero lo consiguió. Se desperezó, se frotó la cara intentando recuperar un poco las fuerzas y el sentido.

-No te agobies, esos somníferos tuyos son potentes.

-¿Qué hora es?

-Las seis y diez.

-Las... ¿las seis y diez? No entiendo.

-Llevas dormida desde ayer- LeBlanc se levantó. Ojeaba un grueso libro sobre impresionismo que tenía en la portada obras de Monet y Manet superpuestas: las bailarinas sobre un jardín.

-Madre mía, ¿por qué no me has despertado?

-¿Por qué iba a hacerlo?- esta vez se desperezó él.

Llevaba la misma ropa que ayer y seguro que eso le daba muchísima rabia. Juliet se pasó la mano por el pelo, que estaba mucho más corto. No sabía por qué había hecho eso.

-Podrías haberte ido a casa, de verdad.

-Debes estar mucho mejor porque ya vuelves a ser la puta pesada de siempre. Me he duchado y he usado todas esas cremas que te pones, ¿quieres olerme?- preguntó.

-Sí, sí que quiero. Los hombres que huelen bien son sexys- volvió a desperezarse- ¿Tengo muy mala pinta?

-No puedes tener mala pinta, Juls- él levantó una ceja. Se dirigió a la cocina, que seguía impoluta. Probablemente estaba más limpia que antes. Una olla reposaba sobre la vitrocerámica.- Odio las cocinas pequeñas y tu cocina es la cocina más pequeña que existe. Me da ansiedad mirarla. Pero funciona.

Le gustó verle abrir los cajones, sacar los cubiertos, no preguntar si podía hacerlo ni dónde guardaba las cosas. Era una tontería, tampoco es que hubiera pérdida posible. Pero le gustó la cotidianeidad de sus gestos. Se volvió con un cuenco entre las manos.

-¿Me vas a dejar comer en la cama?- Juls disfrutó con el gesto de fastidio que puso el pelirrojo.

-No te pases de lista.

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