XXXXIX

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Come see the sadness of the sailor
As I will scratch his deep blue floor
Already in my years of bad luck
Oh, I broke his mirror long beforeOh when I dive into the water
I've raised the bottom to be saved
It's just a shallow grave

Shallow Grave - The tallest man on earth


Las cosas de su madre no estaban.

Bueno, sí estaban, pero no todas. Faltaba el cepillo del pelo, la blusa blanca, el cepillo de dientes.

Las cosas importantes no estaban, las que uno se llevaría. Los zapatos cómodos, las deportivas a las que el pie se ha acostumbrado, los vaqueros que ya han cedido, el pijama más suave. Las cosas que alguien agarra a toda prisa para meterlas en una maleta e irse corriendo. Lo que sabe que funciona.

Dylan no atinaba a moverse. Estaba quieto, mirando aquella habitación que olía como ella, las paredes verdes, la colcha de un suave color rosa. La casa estaba en silencio como una tumba infinita, como si todo se hubiera quedado paralizado. Ni siquiera el tic-tac de un reloj extraviado, ni una puerta que se cierra, ni el lamento habitual de una casa vieja.

Le había escrito. No te preocupes, todo está bien, no quiero que te asustes. Estaré bien, me tomo estos días fuera. Y no dijo a dónde había ido porque si Dylan no lo sabía estaría mejor, estaría a salvo. Él no le haría daño. Dylan no le interesaba una mierda.

¿Cómo no iba a tener miedo? Estaba asustado como hacía años que no lo estaba, un miedo que le había costado sudor y lágrimas sacudirse de encima y que en ese momento se volvía a adherir a su piel, a clavarse en su garganta. Le faltaba el aliento.

¿Qué se hace?¿A quién se llama?¿A quién se arrastra al abismo?¿Cuántas veces hubo que llamar a la policía, cuántas veces "no podían hacer nada", cuántas veces "solo ha sido una discusión sin importancia, no podemos llevarnos a nadie poe eso"?¿En quién se confía?¿A quién se salva?

Se dejó caer hasta el suelo, despacio. A lo mejor si se quedaba quieto, si respiraba flojo, si no hacía ruido, a lo mejor así todo pasaba volando, como el cuervo que espera que te alejes del cubo de basura para buscar la rapiña. A lo mejor si se escondía detrás del ruido del mundo todo iría bien. Si existía con cuidado.

Su madre se había ido, ¿a dónde?¿A casa de sus tías?¿Habría salido de la ciudad? Había dinero en el bote de las galletas, él tenía aún trabajos que cobrar. ¿Volvería?¿Y si no volvía?

No podía reprocharle nada, no podía pensar nada, no podía decir nada, no podía hacer nada. Eso era: no podía hacer nada. Era de nuevo un crío miedoso y pequeño que aguzaba el oído cuando escuchaba los escalones crujiendo por si un fantasma hubiera decidido volver. Hecho de temblor y de frío y de vacío y de ausencia y de pánico.

El peso del mundo, de golpe, le caía sobre los hombros. Y la sensación que tenía, que le ahogaba, era que hiciera lo que hiciera había cosas de las que jamás podría huir. Había cicatrices que nunca se iban a borrar. Había golpes que dolían siempre.

No podía respirar. 

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