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Say whatever you have to say,
I'll stand by you.
Do whatever you have to do,
To get it out and not become a reaction memory
To hurt the ones you love
You know you never meant to but you do
Oh yeah you do

(Sway - The kooks)



La luz del atardecer convertía aquel edificio industrial en otra cosa, en algo diferente. Lo había visto una y mil veces y era a esa hora de la tarde la única en la que aparecía la magia que debió tener. Fue un antiguo mercado, uno de tantos, con ladrillo visto y una cúpula central. Después lo abandonaron y pasó años en ruinas hasta que un despacho de arquitectos en alza lo compró y lo convirtió en su buque insignia. De eso habían pasado 15 años. Ganaron varios premios por aquel trabajo.

Juliet no tenía ni idea de arquitectura. Los términos que conocía eran vacíos y superficiales. Hubo un tiempo que quiso ser arquitecta. Podría haberlo sido. Pero consiguió sortear ese error.

La zona era buena. Justo delante del edificio había un parque. Había apartamentos por toda la calle, que parecía conservar el espíritu antiguo de la ciudad que se había ido a la mierda tras tantas crisis. Los hipsters vivían por ahí. Los hipsters solo viven en escenarios. Se había sentado en el mismo banco del parque, el que daba a un ventanal de colores que dentro dibujaba dibujos caleidoscópicos en una sala de espera blanca y diáfana. Nada era arbitrario dentro de un escenario.

Hacía calor. Toda la semana había sido calurosa y el verano parecía haberse adelantado mucho más que otras épocas. Juliet se había puesto un vestido negro de tirantes que era Noelle le dejó antes de irse sobre una camiseta blanca de manga corta que ocultaba los tatuajes de sus hombros. Todo lo que le recordaba a Noelle la había sentir bien. Se preguntó dónde estaría.

-Disculpa...-una mujer se dejó caer con pesadez a su lado. Juliet no pudo evitar dar un salto, sobresaltada.

-¿Estás bien?- preguntó la chica.

-Sí, sí, disculpa.

Sería diez años mayor que ella. Tenía la cara algo hinchada y enrojecida, perlada en sudor. El pelo castaño se escapaba de la coleta baja que llevaba y su vestido, largo y de un color mostaza no demasiado favorecedor estaba manchado, probablemente de sudor.

Estaba embarazada. Estaba muy embarazada. Juliet no tenía ni idea de embarazos ni sabía calcular cuánto faltaba para dar a luz en función del tamaño de una barriga, pero la mujer parecía muy hinchada y el bulto de su vientre le resultó inmenso. Parecía terriblemente incómoda.

La rubia se levantó. Se acercó al kiosco que quedaría a unos 15 metros. El tendero, que ya estaba recogiendo, gruñó cuando le pidió una botella de agua fría, pero se la acabó cobrando. Juliet le dejó una propina quizás no tan merecida. Volvió con la mujer, que la miró con un gesto de sorpresa.

-Hace mucho calor- se limitó a decir la rubia. La mujer dudó un instante pero finalmente sonrió y cogió el agua.

-Sí, la verdad es que sí. Muchísimas gracias. Aunque ahora siempre tengo calor. Si hubiera hecho mejor los cálculos quizás habría evitado este problema.

Juliet sonrió solo porque la otra sonreía. En su entorno no había embarazadas, así que lo que sabía era vago y superficial: hormonas, cambios de humor, hinchazón, retención de líquidos. Le parecía una auténtica mierda.

-¿Cuándo nacerá?-no sabía ni siquiera por qué preguntaba. A lo mejor por curiosidad. A lo mejor porque acababa de darse cuenta de que tenía delante de si misma una vida que aún no estaba jodida. A la que aún no habían jodido.

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