Mi pecho duele. Pero no de manera en la que tenga que preocuparme, pues sé que me duele por la incertidumbre y la confusión. Estoy completamente segura que este dolor no va a matarme, pero si a derrumbar todo aquello que me costó construir tras la partida de Michael.
Y eso me frustra tanto, que ni siquiera entiendo porque le doy importancia al asunto.
Recargo la cabeza en el borde del casillero y el estómago se me revuelve al ver la caja de regalo arrumbada en una esquina. Sé que tiene aquella pulsera dentro, y sé que de algún modo no la he tirado porque, ignorando el hecho de que me la regaló mi ex novio, es una pulsera que quería comprar en su momento. Pero ahora, es una pulsera que estoy lejos de querer usar.
No puedo evitar dar un pequeño salto cuando alguien me da un pequeño toque en las costillas. Asustada, regreso la mirada para ver al culpable, rezando que no sea ninguno de las dos personas que he estado evitando. Y gracias al cielo, no lo es. Sólo es Scott con una enorme sonrisa de oreja a oreja.
—¿Por qué tan asustada, Anderson?—pregunta en tono juguetón—¿Ahora sí estudiaste para el examen de química?
Y si se había formado una sonrisa en mi boca, desapareció tan rápido como el amor de Michael.
Deja de usarlo para referencias, Grecia.
—Es broma, Gres.
—Esas bromas no se hacen—golpeó su hombro con fuerza antes de cerrar la puerta del casillero con ganas. No quería seguir observando aquella caja de cartón—. Por un segundo pensé que tirarme del edificio para pedir incapacidad sería una buena idea.
—Que bueno que no lo hiciste—se burla—. Sólo quería saber si sigues haciendo tareas.
Sonrío algo nostálgica a la vez que niego con la cabeza de manera lenta. Me acomodo la mochila a mis hombros y me cruzo de brazos mientras veo como mi amigo chasquea la lengua y la preocupación lo inunda. Seguro dejó tarea de último momento que creyó podría hacer.
—Dejé de hacerlo hace más de un mes—respondo—¿Acaso no lo notaste?
—Claro que lo noté, pero pensé que seguirías con el negocio para equilibrarlo con el salario de mesera.
—Lo haría, pero no tengo tiempo y tampoco algo que me motive a desvelarme de manera sobrehumana.
Y eso es cierto. Ahora que por fin pisé tierra ajena, no tengo motivo para seguir rompiéndome la espalda por conseguir dinero para el boleto de avión, sin embargo, a este punto estoy segura que voy a necesitar volver a ahorrar después del desequilibrio mental por el que estoy pasando.
—¿Y si te pago un poco más del precio?—intenta persuadirme mientras hace un movimiento con su mano, como si tuviera demasiado dinero en ella.
—No lo creo, Scott—le pongo una mano en el hombro—ha sido una semana pesada y tengo unas cosas que hacer para lograr salvar mi semestre.
—Bueno, el que creo no dormirá ahora seré yo—se queja—. Deberías seguir con esto y no lo digo porque te necesite, si no porque podrías ganar bastante con la desesperación de la gente.
—Si quisiera eso, hubiera decidido estudiar psicología.
—No lo decía de esa forma, pero en fin...te veo en clases.
Me da un juguetón golpe en el brazo antes de salir corriendo en dirección contraria a donde yo voy. Observo como se aleja con algo de prisa y me muerdo el labio, pensando sí de verdad valdría la pena seguir el negocio de las tareas, sacrificar mis horas de sueño y enfocarme en estudiar para materias que ni siquiera curso. Aunque no estaría mal ganar un poco de dinero extra, considero que es mucho trabajo por ahora.
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El viaje de Gres
Teen Fiction-¿Crees en el destino?-atinó a preguntar el chico. Tenía una mirada tan curiosa y llena de intriga, pero ella no lo notó, sólo observó la vista frente a ella, pues era algo que tenía que guardar en su mente para siempre; quizá era la última y única...