Capítulo 32. "El desastroso regreso de Anderson y los Smith"

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Había imaginado cientos de veces cómo sería pisar la Universidad después de haber pasado tanto tiempo fuera. Había intentado imaginar qué sentimiento me abordaría cuando volviera a oler el peculiar aroma del césped recién podado, el aroma a pino de las áreas verdes y el peculiar aroma a comida y grasa de la cafetería. Para ser honesta, no creí que me sentiría extraña y ajena al lugar. Me siento tan perdida y extraña como el primer día en secundaría; he estado aquí, pero por alguna razón parece que no.

Mi estómago no deja de danzar por los nervios, incluso estos incrementan cuando abro la puerta de mi casillero y veo el desastre de hojas que hay. Tengo que acomodar un poco, porque parece que un pequeño tornado estuvo dentro del lugar. Después, con un poco de esfuerzo logro meter la pequeña maleta con mi ropa. Lizzie había sugerido hacer una pijamada para poder ponernos al corriente de absolutamente todo; no era mala idea, sabía que me había perdido de muchas cosas y también necesitaba platicar con alguien todo el desastre que tenía en la cabeza. Y qué mejor que tener una tarde de mejores amigas.

Reviso rápidamente que clase me toca y un atibo de felicidad me sobresalta; tengo recursamiento con Tom. Cierro la puerta del casillero con algo de fuerza, para que pueda cerrar gracias al bulto que hace la maleta. Después, intento buscar si el pecoso está por el pasillo, ya que su casillero no está muy lejos del mío. Tengo que girar la cabeza un par de veces solo para rectificar que efectivamente no está por aquí. ¿Qué le diré cuándo lo vea?, ¿será prudente preguntar sobre las llamadas perdidas? ¿O mejor dejo que el tema de lado? O... ¿Será mejor no acercarme a él? Elizabeth había mencionado que lo había visto pasar mucho tiempo con Jenna, ¿estarán saliendo oficialmente? 

Me acomodo la mochila y voy en dirección al edificio donde toca farmacología. Me muerdo los labios durante todo el camino y trato de ir atenta por si veo a Lizzie o tengo que huir de Michael. Los nervios hacen que me suden las manos y las piernas me tiemblan un poco cuando subo hasta el tercer piso a toda prisa. No entiendo porque siento la necesidad de ver a Tom aunque sea de lejos. Me parece extraño el querer ver su sonrisa, pero me parece aún más extraño encontrarme a mí misma acelerando el paso para llegar al salón. 

Y ahí lo veo.

Esta recargado en la baranda de concreto, revisando su celular mientras termina la clase del salón que vamos a ocupar. Parece concentrado en lo que hace, pues no se inmuta por lo que pase a su alrededor. Tiene sólo el audífono izquierdo puesto y de vez en cuando mueve su pie al ritmo de la canción que escucha.

—¡Tom!—intento llamar su atención con forme me acerco.

Y para mi sorpresa, en seguida levanta la vista buscando mi voz. Como si nos conociéramos de años, estiro los brazos y corro hacía él. Mi gran sonrisa parece contagiársele y me recibe en un abrazo cuando termino por cortar la distancia entre nosotros. Aprieta su cuerpo contra el mío y yo rodeo su torso con fuerza. Al sentir su cercanía, algo se relaja en mi interior; siento que estoy en lugar seguro. Es casi el mismo sentimiento que tenía al estar cerca de Julián: sé que nada podría salir mal si estoy a su lado.

Nos balanceamos unos segundos y me separo un poco para mirarlo a la cara. Tiene una sonrisa tan bonita, que podría mirarla todo el día.

—¿Qué se siente estar de vuelta?—pregunta curioso, sin borrar su sonrisa y sin deshacer el abrazo.

—Lo normal—miento—, aunque estoy mejor con la comida de aquí. 

Coloca una mano en mi mejilla y, con su dedo pulgar acaricia levemente el puente de mi nariz y parte de mi mejilla. Un extraño sentimiento me recorre de pies a cabeza. Ladea un poco la cabeza, como si estuviera analizándome. 

—¿Es mi imaginación o te bronceaste?

Una carcajada sale de mi boca, pues mi madre pregunto lo mismo. No ha pasado mucho desde que obtuve aquel mal bronceado en el zoológico de Praga, además, mi piel solía ser pálida por la falta de sueño y las horas sin ver el sol. Así que es aún más fácil notar el gran cambio.

El viaje de GresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora