Capítulo 6. "Nada que decir"

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Entre sueños y fantasías, escucho una puerta abrirse secundado por el leve sonido de alguien caminando. Escucho el sonido de las cortinas siendo recorridas, y de un momento a otro, el cuarto se ilumina y frunzo el ceño por el cambio de iluminación.

—¡Buenos días, pequeñas!

Lizzie a mi lado se remueve incómoda y la escucho quejarse por lo mismo. Me llevo una mano a la frente cuando un pequeño dolor de cabeza se hace notar y me froto los ojos con el dorso del brazo para poder despertar, pero es mala idea, pues siento que empeoro un poco el desastre que ha dejado el delineador. La cama se hunde en nuestros pies y no me sorprende observar a la madre mi mejor amiga lanzándonos una divertida mirada. El sol nos ilumina con su radiante luz y observo las paredes blancas ser aún más blancas de lo que recuerdo. Y no sé si es por el dolor de cabeza, pero incluso parece que el cuarto es más pequeño a comparación de lo que creía, pues la ventana frente a la cama la recordaba más lejana. 

Siento la boca un poco seca y observo las raras posiciones en las que hemos amanecido Lizzie y yo. Los vagos recuerdo de su madre recogiéndonos de la fiesta y mis problemas emocionales, regresan a mi mente; recuerdo la dura tarea que fue subir al cuarto de Elizabeth y a su padre mirando el espectáculo que dio al tropezarse en las escaleras. Regreso nuevamente la vista a la madre de mi mejor amiga y sólo dos preguntas pasan por mi mente: ¿Qué hora es? y ¿Mamá no ha llamado aún? 

—Lucen increíblemente mal—comenta la señora West.

Me paso las manos por la cara intentando quitarme la pesadez que siento. Suelto un pequeño  bostezo y Lizzie sólo logra bufar mientras intenta volver a dormir. 

—En realidad, creo que ya es mi aspecto—digo con un hilo de voz, por lo que intento aclarar la garganta un poco antes de sentarme—, porque yo no bebí como ella.

Y a pesar de no haber bebido tanto como hubiera esperado, la cabeza me duele  y no tengo idea si es por el poco alcohol, por todo el azúcar del refresco que bebí. O porque Lizzie no me dejó dormir con sus repentinas ganas de vomitar. 

—¿De verdad?—su mamá parece sorprendida ante mi confesión, como si no diera crédito—¿Eso es bueno o malo?

Me encojo de hombros.

—Mi mamá estaría orgullosa...

—Tu madre no estaría orgullosa—me interrumpe Lizzie—. El estúpido de su ex fue a la fiesta y se la pasó sentada queriendo llorar.

Un sentimiento de pena comienza a embargarme. Sí, quizá los planes cambiaron, pero no era necesario decirle a su madre que mi pequeño sufrir del momento, es mi ex.

Bueno, mi madre no estaría taaaan orgullosa. 

Dejo los ojos en blanco mientras empujo con el brazo a Lizzie. No noto que está en el borde de la cama y la veo girar con facilidad, se escucha un golpe seco provocado por el choque de su cuerpo con el suelo, seguido de un gemido de dolor. Su madre y yo nos movemos enseguida para verificar que esté bien, pero ella se nos adelanta poniéndose de rodillas para regalarme una asesina mirada. Si las miradas asesinara, estaría tres metros bajo el suelo.

Tiene el cabello revuelto y varios mechones caen por su frente, también tiene el maquillaje corrido y los labios un poco secos al igual que yo. Somos un completo desastre.

—Se me acaba de mover el mundo de una manera que no creí posible—gruñe. 

 

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El viaje de GresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora