Esperanza.
Eso es lo que sentía en el corazón desde el momento en el que me plante frente al restaurante de comida mexicana en el que he trabajo durante los últimos años de mi vida. Sentía un poco de esperanza y temor de dar el paso que tenía en mente, pero Lauren tenía toda la razón: las cosas no podían solucionarse de un solo tiro. Tenía que detenerme a observar todo el panorama y ver cuál era mi situación antes de actuar.
Y ahora, frente al imponente letrero con letras verdes y rojas donde se puede leer "BurriToe's" siento que por aquí debería empezar para tomar las riendas de mi vida.
Me sudan las manos y siento unas inmensas ganas de gritar sólo para quitar un poco de tensión de mis hombros. Me paso detrás de las orejas aquellos mechones que se han salido de la coleta e inhalo todo el aire que puedo antes de dar un decidido paso para entrar al restaurante. Todo sigue igual como en los últimos días, salvo que la persona que hace turno conmigo está tan sola como el cliente en una esquina comiendo un burrito de frijoles.
Lo saludo rápidamente con la mano y sigo mi camino hacía la oficina de mi jefe, antes de que me arrepienta. Doy dos golpes firmes en la fuerte y esta se abre justo cuando estoy por dar el tercero. El hombre que abre la puerta parece sorprendido de que esté parada frente a él, pues desde el pequeño "incidente" dentro de aquellas cuatro paredes, he mantenido la distancia con él sólo para que las cosas no se malinterpreten. Que claro, una parte de mí dice que después de aquello sería muy difícil que todo fuera como antes.
Y es que el constante cambio es la clave de la vida.
—Que sorpresa, Grecia, ¿Qué necesitas?
Las piernas comienzan a temblarme y meto mis manos dentro de las bolsas delanteras de mis pantalones, sólo para que no vea lo ansiosa que me pone su presencia.
—Necesito hablar con usted—claro que no iba a tutearlo después de toda la insinuación.
Se hace a un lado para dejarme pasar y de reojo veo la pequeña mueca que hace con los labios. Me siento en la misma silla que la vez pasa y se me hace un hueco en el estómago al ver que él no toma asiento; se recarga en el escritorio y se cruza de brazos tal como la vez pasada. Limpio el sudor de la palma de mis manos y tardo unos segundos en tragar el nudo que se aprieta en mi garganta.
Observo mis botas color vino y tengo que cerrar los ojos dos segundos sólo para recordar lo que tenía planeado decir.
—Creo que esto será extraño y muy sorpresivo—comienzo—. Y antes de iniciar me gustaría decirle que la decisión que he tomado no tiene absolutamente nada que ver con lo sucedido entre nosotros.
Sí, claro, me reprocha mi cabeza.
Mi jefe asiente levemente con la cabeza y una de sus manos se coloca bajo su mentón, mientras que sus ojos me miran con determinación a negociar. Pongo el marcha el motor de mi cabeza para que mi boca pueda hablar de manera fluida sin que se vea interrumpida por mis abismales nervios y ganas de llorar.
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El viaje de Gres
Teen Fiction-¿Crees en el destino?-atinó a preguntar el chico. Tenía una mirada tan curiosa y llena de intriga, pero ella no lo notó, sólo observó la vista frente a ella, pues era algo que tenía que guardar en su mente para siempre; quizá era la última y única...