Capítulo 1. "Hay alguien más"

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Dolor.

Eso siento en mi corazón.

Lo más difícil de tener tres hermanos y ser la única mujer entre ellos, es que no logran comprender mis problemas como mamá suele hacerlo. Generalmente, cuando algo malo sucede, siempre corro a los brazos de ella porque sé que siempre me dará su opinión más sincera y siempre reparará un poco mi sentir.

Pero, ¿cómo llegaré a decirle a mi madre que Michael acaba de romper mi corazón sin romper un poco el de ella?

Michael es mi novio...o al menos lo era. No entiendo bien qué está pasando, pero la frase "tenemos que terminar" aún resuenan en mi cabeza una y otra vez, como si mi cerebro estuviera asimilándolo. O sólo es un poco masoquista. Cuando vi su mensaje y supe que estaba esperándome afuera del lugar donde trabajo, imagine que era para recogerme y marcar su territorio con mi jefe o darme una buena noticia; por mi mente nunca pasó la idea de que sólo venía a terminar conmigo.

—Espera...—suspiro mientras entrecierro los ojos algo confundida—¿Dijiste que debemos terminar?

Lo veo asentir con la cabeza mientras hace una mueca incómoda. Sus ojos evitan mirarme cuando los busco y entonces contemplo los últimos rayos del sol mientras me rasco un poco nerviosa el brazo, sin saber qué más decir o hacer. Aún faltan 15 minutos para salir de mi turno, pero yo ya tengo mi mochila en los hombros y mi sudadera puesta, lo que me hace sentir ridículamente tonta. Y apuesto a que él siente un poco de pena por mí.

—¿Por qué?—me atrevo a preguntar.

Él se pasa una mano por la cara y la regresa nuevamente a las bolsas de sus jeans; observa el cielo, buscando la respuesta o huyendo un poco de mí, pues tarda unos segundos en decir:

—Creo que ya no me siento cómodo.

Niego con la cabeza aún más confundida, pues su respuesta no es la que yo esperaba ¿No está cómodo con lo nuestro? ¿O yo lo hago sentir incómodo?

—¿Crees?

¿Cómo una persona puede sentirse incómoda en una relación que parece sacada de un cuento de hadas? ¿Acaso fueron mis padres y todas esas veces que lo obligaban a quedarse a cenar? ¿O acaso mis hermanos comenzaron hacerlo sentir incómodo? o quizá, sólo fui yo y todo el amor que tenía para dar, ¿O sólo se ha despertado y se ha dado cuenta que lo nuestro no es bueno? Lo veo removerse un poco incómodo, impaciente de estar dándome explicaciones y no poder irse. Luce cansado, como si lo que acaba de decir hubiera estado molestándolo desde hace días.

—Hay algo más—digo—, sólo dilo.

Mis ganas de llorar están tan bien escondidas, que me sorprende la tranquilidad con la que hablo. Me sorprende el hecho de ver mi corazón tirado en la acera y que yo ni me inmuto por recogerlo; es más, sigo observándolo como si fuera alguna clase de arte abstracta. Por el contrario, Michael está nervioso. Lo conozco tan bien, que puedo atinar a que se está mordiendo la lengua para evitar decir algo que no quiere. Después de convivir con él a diario por tres años y medio, puedo decir que conozco hasta su más rara manía; como aquella de checar la hora en su reloj y luego en el celular sólo para verificar que no va atrasado.

—Gres, ¿por qué lo haces tan difícil?—se queja mientras me mira por primera vez desde que llegó.

Le lanzo una sonrisa triste, ya que yo sólo quiero respuestas, no incomodarlo. Observo como se muerde la lengua antes de pasarla por sus labios. 

—Sólo quiero la verdad, ¿no es lo justo? estas terminado conmigo y esto es tan repentino que resulta raro.

Suspira ante mi comentario y me muerdo el labio ante los nervios que crecen cada vez más. Esta mañana desperté y todo parecía normal, estuvimos juntos en la escuela, se despidió de mí como de costumbre y no se fue hasta que me vio entrar al restaurante, pero ahora, parece que todo eso nunca pasó. 

Me mira unos segundos antes de dar el verdadero golpe de gracia:

—Hay alguien más.

Retrocedo un paso como si me hubiera empujado su comentario y me llevo una mano a la boca, evitando decir la única palabra que se me ha cruzado por la cabeza. Siento las manos más frías de lo normal y entonces, evito hacer más preguntas. Siento las piernas débiles y parece que mi cerebro se ha reseteado, pues hasta olvido cómo respirar. Incluso creo que me he mordido el labio con la fuerza suficiente para lastimarme.

—Oh...oh...—murmuro—,creo que hubiera sido más fácil decirlo desde el inicio...

Mi lengua parece dormida y mi cabeza sólo da vueltas. Ya no sé qué más decirle, si preguntarle qué fue lo que hice mal o sólo despedirme y salir corriendo a casa. Lo miro, pero sigue evitándome como chiquillo asustado, como aquellos niños de trece años que no sabían nada sobre tener una relación y cualquier afecto podría asustarlos.

Tomo todo el aire que mis pulmones me permiten y temiendo a la respuesta, cierro los ojos.

—¿Acaso hice algo malo?—pregunto con la voz un poco distorsionada por el sentimiento.

Michael abre los ojos por la sorpresa. Está tan lejos pero tan cerca de mí que, me cuesta respirar.

—No, no, no—se adelanta—, no eres tú y nada de lo que has hecho por mí, sólo que un día desperté...

—Y ya no era yo—completo su frase.

Aprieta los labios en una fina línea y me pide una disculpa con la mirada. Miro por última vez sus ojos e intento memorizar la forma de sus labios, pero ¿para qué? ya todo se ha terminado, ya no soy quien hace que su corazón palpite de felicidad, ¿cómo pasó eso? Ni él sabe la respuesta. Ahora sí, recojo mi corazón del frío asfalto y lo pongo con sumo cuidado entre mis brazos.

¿Cómo se despide alguien de la persona que la acaba de destrozar? Abro la boca para preguntar algo más, pero me quedo en silencio, observando sus ojos brillosos que miran la punta de sus tenis negros.

—Gres...—su voz sale tan apagada, que no sé si intenta apaciguar las cosas y hacerme saber que quizá debería irme o sólo quiere llenar el silencio que se ha formado.

—Suerte—es lo último que digo antes de salir huyendo y caminar a casa.

Ya no hay rastro de los últimos rayos que había visto; ya está más oscuro y mis pies no pueden ir tan rápido como me gustaría. Siento que me falta el aire y no miro hacia atrás, no tengo idea de si Michael sigue ahí o se ha marchado, pues mi mente no presta mucha atención a lo que pasa. Sólo camino, intentando respirar e intentando tragar el nudo de mi garganta que intenta asfixiarme. Intento borrar de mi mente los repentinos recuerdo de su sonrisa, de su tacto. Intento apagar mi cerebro en lo que digiero lo que ha pasado.

Se ha ido, me dice mi mente.

Sólo hay dos cosas en mi mente: dolor  y el cómo le diré a mamá qué tengo el corazón roto.

El viaje de GresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora