Dicen por ahí, que a veces necesitas perderte a ti mismo para saber quién eres; que necesitas romperte para saber de qué estás hecho.
Creo que me perdí de mil formas diferentes para saber que mi vida era un poco menos aburrida de lo que esperaba. Creí que después de tu partida tenía que llenar el vacío emocional que dejaste, sin embargo, descubrí que lo único que tenía qué hacer era conocerme mejor... y amarme mucho más. Porque ese vacío emocional era sólo mi falta de amor propio.
Yo misma rompí mi corazón después de buscar la salida al dolor que me hizo pasar toda esta situación.
Me hice creer que la vida había acabado, que sin ti no era nadie; sentí que no tenía una historia que contar, porque te habías llevado los buenos momentos. Sentí que te habías llevado algo de mí después de tu partida.
Gracias al cielo, comprendí muchas cosas y entendí todos los errores que cometí. Comprendí que todo en esta vida puede durar un segundo o veinte años, pues todo es un misterio. Todo en la vida es un misterio que jamás comprenderé. En realidad, creo que nadie logrará entenderlo por completo.
Te amé con locura, me enamoré todos los días de ti y me deje caer en la tentación que provocaba nuestro pequeño "para siempre". Para ti fue fácil creer que nuestro futuro era no estar juntos; tú tenías otros planes. Así que te fue tan fácil dejarme caer a un vacío sin importar lo profundo que era: sólo me dejaste caer.
Me enamoré tanto de ti, que cuando me sentaba a esperar a que llegaras con o sin explicaciones, lo único que quería era abrazarte y aspirar tu aroma; quería sentirme en un lugar seguro de nuevo. Lo curioso fue, que tú nunca fuiste mi lugar seguro. Sólo fuiste el pequeño tejado en el que uno se resguarda de la lluvia para después, sólo seguir con el camino.
Y entonces, seguí con mi camino... y no sabes cuánto me costó.
Si pudiera hablar con Grecia del pasado, le diría que resultarías fugaz, que serías un casto beso por las noches y que serías el dolor en el pecho que no nos dejaría respirar. La abrazaría, le contaría que el amor es un suspiro que desaparece en el frío de la madrugada, pero que nace en cada nueva exhalación. Pues no se extingue.
¿Sabes? No le daría advertencia sobre ti, le diría que lo intente, pues entonces no podría reírme con el tiempo de todo lo que llegó a pasar. También aprovecharía para decirle que el dinero no lo es todo en esta vida, que estudie para los exámenes, que le diga a mamá cuánto la ama y siempre acepte el amor que el mundo intenta darle. Le diría que tiene que reírse aún más, que tiene muchas historias que contar y sobre todo, le diría que su historia está llena de dramas.
Claro, no me saltaría la parte de que, después de ti, todo sería como una tragedia y que a pesar de ello, jamás intente manejar una bicicleta si está ebria. Le aconsejaría que hable un poco más con el chico que se sienta en una esquina en su recursamiento, pues podría llevarse una sorpresa.
Y por supuesto, le diría que el deseo que pidió a los veinte años, sí que se lo cumplió la vida... no del modo que hubiera querido, pero se cumplió. Pero sí que le diría que volvió a bailar, que volvió a reír y que aprendió a quererse primero a ella antes que al resto. Le diría que el sol sale todos los días y que nada de lo que ocurrió fue su culpa.
Por último, le diría que sea tan fuerte como pueda y que todo eso, sólo es su viaje: El viaje de Gres.
Grecia Anderson.
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El viaje de Gres
Teen Fiction-¿Crees en el destino?-atinó a preguntar el chico. Tenía una mirada tan curiosa y llena de intriga, pero ella no lo notó, sólo observó la vista frente a ella, pues era algo que tenía que guardar en su mente para siempre; quizá era la última y única...