Cuando llego a casa, no tengo idea de la hora qué es, pero puedo predecir que es más tarde de lo que acostumbro a llegar. Enseguida de poner un pie dentro, casi todos pueden notar que algo malo ha sucedido, pues tienen las miradas sobre mí y eso sólo provoca que me eché a llorar mientras las piernas me falsean. Todos se preocupan de inmediato, pero cuando les explico que Michael ha terminado conmigo, se relajan un poco. No del todo, pero si lo suficiente como para intentar consolarme.
Mamá fue la primera en abrazarme y, cómo había dicho, mis tres hermanos sólo vieron de lejos la situación con una pequeña mueca de dolor. Como cuando se mira a algún animal herido y no se sabe qué hacer.
Mamá dijo que llorar era conveniente en estos casos, que no merecía guardarme todo porque, sería como una bomba de tiempo: en cualquier momento tendría que sacar mi dolor. Sin embargo, algo dentro de mí no quiere llorar. Es como si la noticia todavía no tuviera el efecto suficiente. Una parte de mí, cree que va a despertar de un mal sueño, que después lo volverá a verlo y todo será igual que en estos años. Una parte de mí cree que después de hoy, volveré a tomar su mano como si aún existiera amor entre nosotros.
Michael comenzó a ser parte de mi vida desde hace tres años y algunos meses. Recuerdo haberlo conocido en septiembre por mera casualidad, pues era conocido de Dustin, mi hermano.
Primer paréntesis: Josh es el hermano mayor con 25 años y el único que tiene un nombre que no podrás encontrar en un mapa. Con dos años menos, sigue Dustin, la primera víctima de la ingeniosa idea de papá que, básicamente consistía en nombrarnos como algún lugar en el mundo; tres años después fui la segunda víctima y la única hija de la casa: Grecia. Y por fin, cinco años después llegó la última víctima: Chad.
Como decía...
No recuerdo porque mi ex novio conocía a mí hermano, pero todo sucedió en una fiesta a la que Dustin invitó a Elizabeth (mi mejor amiga), y a mí. Recuerdo que era septiembre, era muy noche y el viento comenzaba a refrescar, yo llevaba un vestido porque creía que haría calor así que estaba temblando un poco. Había bebido mucho refresco y Elizabeth ya se había ido. Sólo me quedaba esperar sentada a que mi hermano terminara sus asuntos para irnos. Estaba aburrida, sola y tenía frío. Hasta que apareció él. Se puso frente a mí y me habló como si me conociera de años.
—¿Dónde está tu hermano?—preguntó—dijo que podía llevarme a casa.
Puedo decir que cuando lo vi, me sudaron las manos y sentí que iba a vomitar las mariposas de mi estómago, pues por alguna extraña razón había quedado encantada con el pequeño hoyuelo que se le formaba en la mejilla cada que hablaba. Cuando lo vi, me di cuenta que era alto, tenía el cabello negro y lacio, una pequeña cicatriz en la ceja y unos ojos que se veían tan oscuros que podría jurar eran negros. Me quedé en mi lugar, entorpecida y sin una respuesta congruente.
—Hace media hora me dijo que lo esperara aquí—dije por fin.
Negó con la cabeza, como si supiera qué estaba haciendo en ese momento mi hermano. Soltó una sonrisa al aire que hizo que mi corazón se detuviera un segundo.
Se sentó a mí lado, pero parecía que mi presencia no tenía ningún efecto en él. Me preguntó mi nombre sólo para romper la tensión y hacer menos aburrida la situación. Después de eso comencé a temblar, no sé si era el frío de la madrugada o el hecho de tenerlo a mi lado, pero recuerdo que hizo una broma tonta sobre nuestra nula capacidad para recordar cargar un suéter. No me prestó su sudadera o alguna chaqueta, puesto que no llevaba ninguna, pero no me hubiera negado si me hubiera ofrecido un abrazo para entrar en calor.
Esa fue la primera vez que lo vi y por supuesto, no fue la última.
Él es tres años mayor que yo, él estaba en la universidad cuando yo aún seguía en preparatoria, lo que complicó que volviera a verlo, pero ocurrió: dos semanas después, Josh me preguntó si quería que fuera a recogerme a la escuela, fue algo raro, pero accedí. Cuando lo vi llegar, me sorprendió muchísimo que no estuviera sólo; mi otro hermano y su amigo estaban en el asiento trasero.
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El viaje de Gres
Teen Fiction-¿Crees en el destino?-atinó a preguntar el chico. Tenía una mirada tan curiosa y llena de intriga, pero ella no lo notó, sólo observó la vista frente a ella, pues era algo que tenía que guardar en su mente para siempre; quizá era la última y única...