Capítulo 40. "Estas en reversa, Gres"

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Después de esperar treinta y cinco minutos, Elizabeth llega a la estación con un burrito y una lata de refresco que le entrega al guardia en turno. Pero no viene sola; Alex y la señora West están detrás de ella, por lo que deduzco que sabe todo el desastre sucedido en la fiesta. 

El guardia que anteriormente nos amenazó a Tom y a mí con ponernos en celdas distintas, nos abre la puerta y es cuando creo que comienzo a respirar con una pizca de normalidad. Sin embargo, no canto victoria por completo... pues Elizabeth me está asesinando de mil formas con la mirada y cuando me acerco a ella me sorprende no estar enterrada diez metros bajo tierra.

Y por supuesto que Tom lo nota.

Es por eso que le pide una disculpa a la señora West e intenta pagarle lo que ha gastado en la fianza, pero ella amablemente le dice que vaya a casa a descansar. Parece que quiere escapar antes de que Elizabeth desate toda su furia sobre mí, porque me da un rápido beso en la mejilla y me abraza fuertemente como si anteriormente no me hubiera tocado mientras nos besábamos. Junto con Alex, salen disparados como torpedos del lugar y entonces Elizabeth explota. 

—¿Qué rayos tienes en la cabeza?—inicia—¡¿Qué demonios pensabas, Grecia?!

No puedo evitar pensar en mi madre, cuando nos ponía en una fila y nos regañaba por ensuciar la casa con lodo o pintar las paredes con plumones de colores. Me quedo sin palabras al escuchar su molesto tono de voz y me siento incómoda al ver que su madre está sorprendida por su manera de actuar. Un escalofrío me recorre el cuerpo completo y siento que una pesada roca se ha posado en mis hombros. Parpadeo un par de veces antes de rebuscar en mis recuerdos algo que podría hacerla estallar de esa forma. Claro, algo además de estar aquí, haber golpeado a Natalie y hacer que su madre de la cara por nosotros.

—¿De qué hablas?—intento no tartamudear, pues no quiero mencionar algo que incremente su enojo.

Y pensar que parecía que la relación de amigas podría regresar a la normalidad. 

Ella sonríe con toda la ironía que puede poner en aquel simple gesto y se pasa una mano por su claro cabello, como si no pudiera creerlo. Me observa con su afilada mirada azul y noto que tiene el delineador de los ojos un poco corrido.

—Michael—menciona su nombre con disgusto—¡De eso hablo!

La piedra que me lastima los hombros, obtiene un poco más de peso al mismo tiempo que mis ganas de desaparecer. Ahora entiendo el enfado y me preparo para una discusión parecida a la que he tenido con Julián. 

—Yo... bueno...yo...

Dejo la frase al aire al no encontrar nada bueno que decir, así que sólo guardo silencio y me cruzo de brazos. Miro a otro lado que no sea ella o su madre que parece querer alejarse para darnos nuestro espacio. 

—¿Tú qué?—me reta—¿Por qué demonios has estado con la persona que te botó como dulce rancio?

Tranquila, no hay que ser tan agresiva, pienso. 

—¿Cómo lo sabes?—me atrevo a preguntar.

Observo sus facciones y como la vena de su cuello se hincha un poco antes de responder.

—Yo sé muchas cosas, así que sé perfectamente que él anda detrás de ti.

—¿Detrás de mí?

—Sí—escupe.  

—¡Pues claro, él fue el que evito que un asqueroso me violara! Porque eso también lo sabías, ¿verdad?—la señalo con el dedo—. Sabes tantas cosas, ¿sabías lo mucho que he necesitado el apoyo de alguien en estos días? 

El viaje de GresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora