Columpio un poco mis pies, ya que cuelgan del pequeño mirador de piedra que encontramos por ahí. No está muy alto, pero se puede observar la pequeña ciudad de Praga 22: es pequeña, algo rustica y con menos gente de lo que podría haber por ciudad vieja, pues este es el distrito más alejado de la capital. A una hora y media ya está la Región de Vysočina. Según Julián el lugar es precioso, está menos poblado que la capital y hay aun más espacio rurales. Y aunque me gustaría ir a echar un ojo, hay poco tiempo.
Hoy, después de tanto, Julián se ha tomado la molestia de explicarme Praga se divide en Distritos: los "viejos distritos", que se podría decir son los distritos originales, y dentro de ellos existen los distritos administrativos actuales. Eso, sólo para tener un mejor control y calidad de los servicios que proporciona el gobierno. Y no me parecía cosa del otro mundo, hasta que mencionó la formula con la que llamaron cada lugar: Praga + el número de distrito.
No se rompieron la cabeza buscando nombres, ellos fueron prácticos y rápidos.
Observo mi postre y disfruto mi helado de fresa con mora azul; sabe dulce y algo amargo al mismo tiempo. En esta ocasión, lo encantador no es la vista frente a mí, es el rico postre entre mis manos: es un pequeño pan con azúcar que sabe como a dona glaseada y, encima tiene una gran cantidad de helado. Cuando lo vi mientras caminábamos por las bonitas calles del lugar, sabía que tenía que probarlo. Julián se quejó de que era mucha azúcar para su gusto, pero terminó comprando un helado de chocolate con fresa. Y también terminé convenciéndolo de que pidiera por mí una crepa de chocolate amargo y un frapuccino.
Tuve que comprarle un gran vaso de café con nuez para que me hiciera aquel "gran" favor.
—Voy a extrañar esto—digo después de un rato de saborear el helado.
Julián también parece un poco entretenido en el suyo.
—¿Estar conmigo?
También, pero no lo digo.
—No—niego con la cabeza—, estos helados.
Me mira con los ojos entrecerrados, ofendido por mi respuesta. Yo sólo rio ante su disgusto y por la pequeña mancha de chocolate que tiene a un costado de su labio. Se ve tan ridículo.
—Mañana te toca pagar el desayuno—una gran sonrisa burlona aparece en su rostro.
—Pues claro que me toca pagarlo, torpe, mañana no estarás aquí—le recuerdo.
Y parece que lo ha olvidado, porque suelta una maldición en checo mientras se pasa una mano por su casi rubio cabello. Se rasca la frente mientras piensa en algo y después rueda los ojos. No tengo idea de que pasa por su cabeza, porque después frunce el ceño y se golpea la frente. Si no lo conociera, podría decir que parece un lunático.
—¿Qué pasa?— le pregunto confundida.
No sé si la cara de estrés que ha remplazado su sonrisa burlona se debe a que ha olvidado algo o que ha vuelto a recordar la melancolía con la que ha andado estos días.
—Me he olvidado de hacer la presentación de mañana—se queja.
—Grecia, ¿sabías que eres un poco boba?—hablo en un fallido intento por imitarlo.
Esa ha sido una de las frases más usadas desde del accidente; también tiene otras cómo "Grecia, ¿podrías caminar más rápido?" o "Grecia, ¿por qué comes tan lento?". Comienzo a carcajearme cuando imagino lo tonta que se ha escuchado mi imitación. Y sí que le parece graciosa al chico a mi lado que finge seriedad, sólo que reprime la carcajada que es ahogada por su labios cerrados. Observo que su tranquilidad se ha esfumado desde el segundo que ha recordado que tiene pendientes. Y la culpa me carcome un poco.
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El viaje de Gres
Roman pour Adolescents-¿Crees en el destino?-atinó a preguntar el chico. Tenía una mirada tan curiosa y llena de intriga, pero ella no lo notó, sólo observó la vista frente a ella, pues era algo que tenía que guardar en su mente para siempre; quizá era la última y única...