Capítulo 11. "Eres un recuerdo"

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¿Alguna vez se han dado cuenta que todo en esta vida se va tan rápido que no notas todos los cambios que esto implica? La vida se va tan rápido que no notas cuando una relación pierde su brillo, cuando las mentiras se ocultan detrás de tu lengua; ni siquiera notas cuando las ojeras debajo de tus ojos se convierten en una segunda piel que le muestra al mundo tu lucha diaria.

Y el tiempo se va tan rápido y a veces no nos da las respuestas.

Toda la vida, nos han vendido la historia de que superar a alguien puede ser sencillo, sólo es aceptar el dolor que esto causa y después seguir como si nada hubiera pasado. Eso es una jodida mentira que creí cierta. Creí que si aceptaba que Michael no iba a volver nunca, mi pecho dejaría de doler; creí que si sólo lloraba los primeros días y después me hacía la fuerte, todo se iba arreglar y todo estaría en su lugar. Crecí viendo películas en donde la chica supera al "amor de su vida" en unos cuantos días y puede tener el corazón de acero. 

En estos últimos tres meses, lo peor que pude hacer, fue creer aquella mentira y creer que se puede conocer a alguien del todo. 

Desde aquel casual encuentro con Michael, después de rogarle a la vida que no lo volviera a poner frente a mí, me di cuenta que superarlo me iba costar el triple de lo que pensaba. Sólo bastaron unos segundos para regresar al punto de partida y volver a llorar ante los recuerdos. Sólo bastó tenerlo frente a mí para que mi mente sintiera como un fresco recuerdo aquellos besos y caricias que solía darme. 

Todo lo anterior y el tener que estar enfocada en los exámenes y  no llorar por cualquier cosa, fue lo más estresante y doloroso que pasó en la semana. Incluso llegué a estar tan segura de dejar todo para sólo estar acostada en la cama mientras mi mamá podría acariciar mi cabello para poder dormir tranquila. 

—¿Éste es el momento en el que te dejo sola con tus problemas existenciales?

Parpadeo unos segundos antes de mirar a Lizzie. Intento salir de mi pequeño trance para poder responder algo coherente. Observo la pequeña sonrisa que adorna sus labios y veo que sus ojos azules están tan dilatados, que podrían parecer de color negro.

—Sólo estaba... pensando—murmuro.

—¿Pensando en Michael?—sugiere con cierto recelo. 

Miro el vaso  que hay entre mis manos y me muerdo el interior de mi mejilla para intentar no decirle una mentira. Prometí que saldríamos como las mejores amigas que somos y que nada podría salir mal. Y no pienso dejar que los recuerdos en mi cabeza arruinen la noche.

—En realidad estaba pensando en que tengo uno o dos exámenes que reponer—termino mintiendo— y en que esa música me da un pequeño dolor de cabeza.

Hace una mueca, como si comprendiera lo que estoy diciendo. Se pasa una mano por su despeinado cabello que se encuentra en un moño mal hecho. Si su cabello es un desastre, no quiero imaginar el mío, pues es muchísimo más corto que el de ella. Mira a todos lados antes de terminar con la vista en mí.

—Creo que fue mala idea venir después del trabajo.

Le da un sorbo a su bebida y hace un gesto antes de tragar el transparente líquido. ¿Qué si fue mala idea venir después del trabajo? claro que lo fue. Los pies me están matando y sólo quiero recostarme y tener una pequeña siesta que haga que se me olvide el dolor en el cuello. Además, es tan incómodo traer en la espalda la mochilas con el uniforme dentro, sin decir que me da demasiado pendiente el haber dejado mi bicicleta atada cerca de un montón de personas ebrias y locas. 

Pero ambas creían que una fiesta iba ayudar a olvidar todo un rato. Habla mi consciencia. 

—Quizá sólo necesitamos un par de tragos—sugiero mientras miro nuestros vasos—, pero no tantos para evitar tener un pequeño accidente en las bicicletas.

El viaje de GresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora