Tras mucho buscar, he encontrado que la persona que me acompañará el resto de mi vida y quién me dará las mejores historias, es la misma persona que veo por las mañanas en el espejo. Esa persona que parece a veces disgustada con la vida y que sabe que nada podrá salirle mejor de lo que espera, es la que me acompañará el resto de mis días.
He de confesar que, durante mucho tiempo no me gustaba la imagen que me daba el espejo; no me gustaba la forma de mis labios y que mi nariz era normal, pues no era respingada, ni pequeña, ni bien moldeada. No me gustaba que a veces parecía que tenía un ojo más pequeño que el otro y que siempre solía salirme un granito en el mismo lugar de la mejilla. Sin embargo, ahora no es que adore esos pequeños detalles, quizá en un futuro termine por hacerlo, pero ahora he aprendido a aceptarlo y llevar en paz esta relación.
Porque primero tengo que quererme a mí antes de que pretenda querer a alguien más.
Y lo he aprendido a hacer en estos días. Sobre todo la mañana del juicio después de plantarme frente a mis padres. Me temblaba el alma de tan sólo decirles que en aquella fiesta no había pasado ningún resbalón y que nadie me había golpeado con una puerta o mis moretones habían sido producto de una noche loca. Me temblaron tanto las manos, que no sabía si era por un pequeño ataque de pánico o porque tenía tanto miedo de ver su reacción. Que confieso me sorprendieron: mi madre comenzó a llorar y mi papá solamente dejo de desayunar y miró al frente, supongo que dejando a la imaginación lo acontecido. Mis hermanos por supuesto que quedaron en shock y Chad comprendió porque Michael había estado a mi lado de manera sospechosa. Pero nadie me dio la espalda y mucho menos me juzgó; casi entendieron a la perfección mi miedo de decir en voz alta lo que había pasado y que quizá sólo había decidido mandar a un recóndito rincón de mi mente. Porque aunque muchas veces hubiera olvidado el miedo y asco que sentí, otras veces me resultaba difícil pensar por qué me había pasado a mí y porque existía gente así de loca en el mundo.
Las primeras dos citas en el juzgado había estado sola, con el miedo abrazándome por la espalda y con la compañía de una persona que me había herido de manera cruel. Pero aquella mañana, con mi familia por un lado, con la familia West por el otro y con la cercanía de Tom, me sentía la más suertuda del universo. No precisamente por estar rodeada de gente genial en un momento difícil, si no por el simple hecho de estar rodeada de personas tanto en las buenas como en las malas.
Juro que por un segundo, el miedo se había ido y la Grecia del pasado, la que estaba llena de pánico y confusión, había sonreído al ver que esto no se había vuelto un oscuro secreto que se quedaría guardado en su interior. Esa Grecia estaba agradecida de ver como todo había se había acomodado de poco en poco; estaba agradecida de ver que Briant iba a pagar por lo que había hecho, que Britanny ahora podía respirar con normalidad después de ver que su agresor pagaría la condena y en parte, estaba totalmente agradecida de Michael me hubiera salvado aquella noche.
La vida da tantas vueltas y tantas sacudidas, que siempre terminamos confundidos sin saber por qué pasamos lo qué pasamos. Pero siempre hay una razón: o simplemente estamos pagando por nuestros errores o la vida nos esta dando una señal de que por ahí no es el verdadero camino. Por ejemplo, el precio de mi corazón roto es pagar repitiendo las materias de este semestre.
Así que cuando veo la última calificación pegada en el la puerta del salón en el que usualmente tomaba clases, noto que es la cuarta calificación reprobatorio del período. Para mí sorpresa, no siento ningún remordimiento y tampoco pasa por mi mente que quizá es el fin del mundo, sólo me toma un poco de tiempo hacerme a la idea de que tardaré un año más en graduarme.
—¿Qué tal te fue?—escucho detrás de mí la voz risueña de mi amiga.
Por su gran sonrisa, adivino que ella ha exentado todas las materias de su semestre, si no estaría con los hombros caídos y gimoteando que necesitas saber cómo regresar el tiempo para arreglar su desempeño escolar.
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El viaje de Gres
Novela Juvenil-¿Crees en el destino?-atinó a preguntar el chico. Tenía una mirada tan curiosa y llena de intriga, pero ella no lo notó, sólo observó la vista frente a ella, pues era algo que tenía que guardar en su mente para siempre; quizá era la última y única...