Capítulo 39. "¿Dónde está mi mente?"

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—Grecia, ¿Estas de broma?

—En realidad no—me quejo—. Créeme que me encantaría que fuera una broma.

Escucho que Julián carraspea la garganta.

—Déjame ver si comprendo—ya puedo imaginar como enarca las cejas y mira al techo como si ahí estuviera todo lo que necesita saber—: Claramente escuchaste y viste todo lo que sucedía; vieron las fotos, escucharon los hechos y, ¿resulta que las pruebas del laboratorio no pueden sostener que efectivamente fue una violación?

Habíamos llegado a la segunda sesión, tan estresante como la primera. Salvo que ahora no había vomitado porque gracias al cielo no había pasado al estrado, sólo se mostró nueva evidencia y nuevos puntos a discutir... y también la evidencia que tiró todas las esperanzas al suelo.

—Al parecer cuando se realizaron las pruebas y la denuncia, Britanny se había bañado y eso afectó a los resultados.

—¿Eso es posible?—pregunta confundido.

—Claro que lo es—respondo y de mala gana pongo el celular en altavoz para comenzar a desabrochar los botones de la camisa—. El agua se lleva todos los fluidos externos a ti, por eso las pruebas solo detectan el propio ADN.

Y ante la ley, no se puede confiar por completo en el relato de dos pobres chicas que explican lo sucedido  aquella trágica noche. Ante la ley, tiene que haber pruebas comprobables y sustentadas. 

—¿Y ahora qué sigue?

—La última sesión para que determinen qué pasará con Briant—explico—. Aunque el abogado de Britanny dijo que como mínimo podría ir a prisión de seis a cinco meses y sin derecho a fianza por delito de violencia contra dos mujeres. 

—Gres, ¿Crees que de verdad vaya a prisión?

Su pregunta hace que aprieta los dientes del enojo porque sé la probable respuesta. Me dejo caer en la cama y me froto la frente mientras cierro los ojos. 

—A como veo esto... no creo—suspiro—. Todo iba tan bien hasta que entregaron los estúpidos análisis y el abogado de Briant cambió toda la estrategia... Y tampoco me alegra que Michael me haya dicho que el padre de ese idiota tiene una que otra influencia. 

Escucho una silla correrse al otro lado de la línea.

—Ya que lo has sacado a colación y perdón que cambie de tema... ¿Qué es esto de que tú y tu ex parecen tan unidos?

—¿Qué?—balbuceo mientras siento la boca pastosa.

Lanzó lejos de mí la camisa y aprovecho el corto silencio para quitarme la falda y ponerme la pijama.

—Michael pidió descanso por mí, Michael me llevó al juzgado, Michael me llevó a cenar; Michael esto y el otro—me recrimina con un intento de imitación de mi voz— ¿Cuánto va a pasar para que me digas que intentó disculparse y ganarse tu corazón de nuevo?

Ahora sí, siento que Julián a dado el golpe certero. A llegado a un punto que no quería llegar.

—En realidad... ya me pidió perdón. Pero le dije que no regresaría con él—me apresuró a agregar lo último antes de que me de un sermón.

—¿Eres tonta? ¿Acaso no aprendiste la lección o es que tengo que cruzar medio mundo para ir a decirte que los hombres no cambian?—me regaña— Y mira que yo soy hombre, sé lo que te digo.

—¿De verdad lo eres?—me burlo.

Pero no le hace gracia en absoluto.

—Sí, Anderson, y pude habértelo mostrado pero eso sería como acostarme con mi hermana.

El viaje de GresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora