Después de un tiempo de conocer a Michael y sentir que mi mundo era él, entendí que eso del amor es la cosa más abstracta que puede existir, pero también la más egoísta. El amor es como un deseo que se pide con los ojos cerrados: esperas obtenerlo, pero no sabes si la vida va a conceder tu plegaria.
Cuando me tomaba de las manos o me abrazaba por la cintura antes de besarme, recuerdo que solía pensar que él y yo seríamos, en plural, durante mucho tiempo. Ya saben, la fantasía amorosa de toda chica enamorada, que claro, él se encargaba de volver más y más grande después de todas las melosas palabras, ¿en qué punto notó que lo nuestro era una historia más para él?
Miro el pizarrón lleno de apuntes, ecuaciones, líneas y más cosas que no recuerdo haber visto antes de perderme en mis dolores mentales. Cuando se tiene el corazón roto, los minutos parecen horas y los segundos se vuelven un poco más que eternos. Incluso una exhalación parece durar mil años, pero lo único que parece no detenerse es la vida a nuestro alrededor.
La clase sigue y sigue durante tres largas horas hasta que el profesor revisa el reloj café en su muñeca izquierda y se da cuenta que es hora de dejarnos ir. Todos a mi alrededor salen tan rápido como un parpadeo, pero yo me tardo un poco más en tomar conciencia y recoger mis cosas; me tomo el tiempo suficiente para guardar todo y salir del pequeño salón. Miro la hora en el celular y no me preocupa que sea demasiado tarde para ir a trabajar, pues le he dicho a Elizabeth que invente una buena excusa por mí.
Un día descontado no vale más que esto... creo.
Desde la plática con ella, sólo bastaron unas cuantas horas para que mi corazón aceptara que nos habían dejado; mi cerebro reconoció que ya no existía un "nosotros" entre Michael y yo. Y eso, me dolió aún más que recordar aquel "hay alguien más". Al menos, ahora era consciente de que ya no esperaría que nada cambiara.
Mis pasos son lentos entre pasillo y pasillo y, la luz del sol no es capaz de quitarme el escalofrío que siento por todo el cuerpo cuando escucho o veo a alguien con un parecido extremo a Michael. Lizzie tenía razón, esto iba a ser muy difícil por el hecho de que en cualquier momento podría toparmelo, pero había algo más aún más difícil de superar que no había pasado por mi cabeza: el famoso baile de graduación.
En cuanto él supo las fechas del baile, no dudó ni un segundo en comentarme y hacerme la formal invitación, aun sabiendo que faltaba casi medio año y que tenía una que otra materia por salvar. ¿Quién lo diría? Las cosas cambian en tan poco tiempo: en un momento estaba buscando vestidos lindos por internet y en otro, sólo intentaba huir de él.
Me detengo un segundo en la entrada principal, preguntándome la manera más rápida de llegar a casa, pues tendría que esperar quince minutos a que pasara el transporte público o irme caminando. Reviso la hora en el celular y rendida, miro al frente para contemplar el largo camino que me espera. El corazón se me acelera cuando retomo el paso y observo el carro de Michael estacionado frente a mí y a él dentro, hablado por teléfono como cualquier otro día. Él parece no darse cuenta de lo cerca que me tiene, pues sólo mira al frente y algunas veces al volante, pero sus ojos nunca se posan en mi persona. Parece tranquilo, luce como siempre, quizá un poco más despeinado de lo acostumbrado, pero parece que no ha cambiado nada en su vida. Sus labios se mueven, pero no escucho lo que sale de ellos, aún estoy a una prudente distancia para no escuchar su voz, pero si el sonido de mi corazón hecho remolino.
Luce tan tranquilo, que no puedo evitar preguntarme nuevamente: ¿Y sí sólo fui ese amor para rellenar algún solitario corazón?
Se encuentra solo en el carro, pero pareciera que espera a alguien, pues no estaría estacionado ahí como si nada. Me muerdo el labio, reteniendo las ganas de decir su nombre y hacer más preguntas. Mi corazón me pide un último abrazo, pero mi mente está gritando con fuerza que comience a caminar e ignore lo acontecido. No ha pasado ni un día, la herida sigue abierta y sangrando a una velocidad impresionante. ¿Hasta que momento comienza a sanar?
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El viaje de Gres
Teen Fiction-¿Crees en el destino?-atinó a preguntar el chico. Tenía una mirada tan curiosa y llena de intriga, pero ella no lo notó, sólo observó la vista frente a ella, pues era algo que tenía que guardar en su mente para siempre; quizá era la última y única...