Capítulo 41. "Toda la rabia vuelve a casa"

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Sabía que estaba arruinando las cosas de poco a poco. Era poco consciente de que mis decisiones eran tan viscerales que no me detuve a razonar un poco las situaciones. Y peor aún, era de mi conocimiento que las personas a mi al rededor se estaban cansando de mis actitudes.

Una parte de mí sabía que no le debía nada al mundo, pues cada quien decide llevar el dolor de manera diferente. La cuestión es cuando dentro de tu sufrimiento arrastras a personas inocentes. Ni Tom, Ni Elizabeth o Alex tenían que pagar por mis decisiones; el único que quizá podría verse involucrado es Michael. Y eso, justo porque había roto mi corazón. Se había alejado de mi vida, yo había decidido huir, regresé queriendo iniciar de nuevo; deje que Michael se acercara como si nada y olvidé lo vulnerable que me dejó hasta que volvió a abandonarme. Aunque esta última vez de una manera no tan metafórica.  

¿Y cuál era mi castigo por ignorar las advertencias? Ir perdiendo a personas importantes.

Ha sido de lo más extraño ir por los pasillos de la escuela en silencio; ha sido raro ir sin Elizabeth a un lado contándome su día o lo mucho que odia a su maestra de derecho fiscal. Incluso el tener que huir de Michael es algo cansado y que me tiene con los nervios de punta, pues quiero evitar a toda costa que me pida disculpas y que yo sea tan idiota para aceptarlas.

La persona que me ha dolido no ver y que extraño de una manera dolorosa es Tom. Después de nuestra aventura en los laboratorios y la inesperada interrupción de Michael, el observar su mirada frustrada y que me dejara a medio vestir, sólo me hizo sentir de la misma forma que cuando me terminaron. Claro, un poco más dramática la situación y un poco menos dolorosa.

La incógnita que me estaba matando era saber si había aceptado dar ese enorme paso con Tom por gusto o sólo para sentir que había empatado a Michael. Y aquello era algo que me pasó por la cabeza cuando llegué a casa y me recosté en la cama para contemplar mi caótica existencia. Aquel día lo primero que sentí fue muchísima vergüenza y que cómo era posible perder la dignidad que no tenía; lo segundo fue la cuestión de si acepté consciente o inconscientemente tener sexo con Tom. Y lo último que recuerdo pasó por mi cabeza fue: ¿Cómo rayos pasamos de las charlas incómodas a encerrarnos sin pena alguna Tom y yo?

Era extraño, pero desde ese día supe que los siguientes no serían muy diferentes: estaría sola hasta que reconociera mis errores... y hasta que aprendiera a lidiar conmigo misma. Incluso, de manera inconsciente comencé a alejarme de Michael y los demás chicas solo para evitar más problemas y evitar tener el sentimiento de pérdida una vez más. 

El viernes, después de todo, casi tuve un colapso nervioso cuando pisé la escuela; estaba demasiado fresco lo sucedido como para fingir demencia. El sábado y domingo no quise salir de cama y prefería dormir todo lo que no había dormido en la semana, así que el lunes desperté sin sueño pero con muchas ganas de desaparecer. Ese mismo día me enteré que Elizabeth había renunciado y que todo se había arruinado, por lo que el martes fue un martirio ir a la escuela y después ir a trabajar con otra persona que no conocía. No era una persona desagradable el chico con el que ahora hacía turnos, sin embargo, no era mi amiga; no congeniábamos mucho. 

El viernes no fue nada diferente al jueves, pues ambos días tuve ganas de aventarme de un piso, salvo por la parte de que casi me da un ataque de pánico cuando vi que estaba a un examen de irme a extraordinario de química. Sí, también me estaba yendo horriblemente mal en la escuela y si mamá se enteraba de eso probablemente me echaría de la casa. 

Sábado y domingo se repitió la rutina y hoy, sólo quiero llegar a dormir a casa y soñar que estoy casada con Chris Evans y paso todas mis vacaciones en las costas de Italia, sólo preocupada porque los paparazis no nos encuentren. 

Las pies me duelen un poco y la sudadera ha provocado que me de calor por el ejercicio de ir pedaleando la bicicleta. Sé que ya pasa de las 8 cuando llego al fraccionamiento donde vivo. Siempre he dicho que mi familia y yo no vivimos en un lugar de en sueños o en el típico fraccionamiento de casas gigantes y de coches carísimos estacionados en el garage. Más bien, siempre he dicho que vivimos en un fraccionamiento promedio; las casas son bonitas a su manera, la gente tiene un carro que les sirve para transportase de un lado a otro sin problemas y la tranquilidad del lugar es lo que hace acogedor el ambiente: no hay malas vibras ni cizaña por parte de los vecinos. Así que no me quejo en lo absoluto.

Abro la puerta y lo primero que noto es el olor a comida; huele a algo picante con un toque de especias. Lo segundo que noto es lo alto que está el sonido de la televisión, pues se escucha por el recibidor. Camino a la sala y veo que el cuarto es iluminado por las fuertes luces de colores proveniente del electrónico. Las noticias están pasando y noto que mi papá se ha quedado dormido mientras las veía. Aprieto los labios cuando noto que mamá está recostada en su pecho durmiendo tranquilamente. 

Miro la escena un rato, observando la tranquilidad con la que duermen y los ojos me escocen. Me doy cuenta que ver a mis padres así, me mueve un poco los sentimientos; el ver como mi papá abraza por los hombros a mi madre y como ella a podido acomodarse cómodamente en el sillón individual para que ambos estén juntos. 

Aquello, por alguna razón, me hace darme cuenta que tan difícil tiene que ser la vida para terminar con la persona correcta. 

El viaje de GresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora