Mi mente parece vagar en una realidad alterna en donde todo sale bien, por lo que no puedo concentrarme en clases. No puedo concentrarme en las derivadas y problemas biomatemáticos porque en mi mente sólo está una frase: sólo volví para hacer de mi vida un más grande.
Desde que regresé de Praga nada me sale bien, no puedo arreglar el desorden de mi vida y parece que la jugada se me ha salido por completo de las manos. Y no sé cómo es que eso ha ocurrido. No tengo idea de en qué momento comencé a hacer una horrible jugada, porque en está ocasión no tengo siquiera un par. Aunque la vida me sonríe de manera temible a punto de mostrar que tiene una escalera real de color.
Voy perdiendo.
Desesperada, tomo mis cosas con velocidad mientras el profesor anuncia el fin de la clase. Me cuelgo una mochila al hombro y la otra la toma con fuerza de la correa. Camino a paso rápido a mi casillero para acomodar mis cuadernos y libros para las clases de lo que restan del día.
No puedo evitar quejarme en voz alta cuando veo el uniforme del trabajo todo arrugado y con el olor a fiesta impregnado en la tela. No había pensado en eso, se me había olvidado por completo que lo había aventado a mi mochila y que tenía que ir a trabajar.
Aunque una voz en el rincón de mi cabeza me susurra que aproveche mis encantos para faltar el día de hoy. Pero otra voz me susurra que diga la verdad y pida unos días de descanso, porque no quiero hablar con Elizabeth y tampoco quiero atender personas mientras se preguntan en su cabeza qué rayos me ha pasado.
Un leve toque en el hombro me hace dar un salto en mi lugar, pues es un toque tan suve que me desconcierta. Veo que es Britanny, con el mismo horrible aspecto que yo, sólo que ella trae el maquillaje suficiente para hacer evidente sus marcas y trae un cuello de tortuga que oculta las horribles marcas moradas que Briant hizo con su boca.
Veo que intenta rebuscar en su mente lo que iba a decir, pero en vez de eso me extiende un sobre color manila y una caja de chocolates con aspecto caro. Me quedo quieta en mi lugar, intentando pensar que ese sobre no es lo que creo.
—Mis papás te mandan esto por ayudarme, sé que no es lo suficiente por haberme sacado del aprieto y arriesgarte por mí, pero si estas dispuesta a aceptar mis padres pueden...
—No, no, no—la interrumpo una vez que encuentro mi voz—. No es necesario hacer nada por mí. Creo que cualquier hubiera hecho lo mismo.
O al menos eso quiero creer, pero al mirar el fantasma de una sonrisa que se asoma en sus labios algo morados, pienso que no.
—Fuiste la tercera persona en abrir la puerta—confiesa con la voz rota—. Nadie se atrevió a hacer nada cuando vio...
Baja la mirada y frunce el ceño, conteniendo el llanto que comienza. No puedo evitarlo y dejo las mochilas en el piso para rodearme su delgada y lastimada figura. Noto que es unos cinco centímetros más baja que yo y que su cabello es de un castaño similar al de Elizabeth. Sus hombros se sacuden antes sus sollozos y no puedo evitar sentirme mal por ella. No puedo imaginar cómo se siente consigo misma después de los del viernes. Si yo ya me siento demasiado mal con haber visto aquello y con haber sentido su aliento ebrio sobre mi cuello, no quiero ni imagina otra cosa.
Cuando parece haber sacado un poco de su dolor, se limpia las lágrimas con las mangas de su suéter verde y tras el acto, quita un poco del maquillaje de su rostro. Nuevamente, estira el sobre para que lo tome.
—¿Qué es?—pregunto algo nerviosa.
Suelta un suspiro.
—Es un citatorio para que vayas a declarar ante el juez—explica—. La demanda procedió enseguida y el jueves será la primera sesión del caso.
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El viaje de Gres
Roman pour Adolescents-¿Crees en el destino?-atinó a preguntar el chico. Tenía una mirada tan curiosa y llena de intriga, pero ella no lo notó, sólo observó la vista frente a ella, pues era algo que tenía que guardar en su mente para siempre; quizá era la última y única...