Mamá me dio el regaño del mundo por no haberme comunicado con ella y mi papá también me regaño una vez que estuvo puesto el altavoz. No dejaron de decir que fue mala idea dejarme venir y que todo sería un desastre. Que en cierto modo tenían razón, sólo que no iba a admitirlo. Lizzie sólo me dijo lo mucho que me extrañaba y que nuestro jefe preguntó cuando regresaría, que su turno era aburrido sin mí y que veía que la relación con Alex iba por buen camino. No pude evitar preguntar por Tom y cómo estaba; mi mejor amiga dijo que él también había preguntado si todo había salido bien en el viaje, pero nada más. Ni una palabra más, ni una palabra menos. Tampoco era cómo que esperara mucho, no éramos para nada cercanos. Sólo compartíamos una vaga experiencia de una noche de fiesta.
Por la mañana, cuando despierto, miro confundida a mi alrededor mientras un pequeño tintineo me suena en el corazón. Me resulta tan extraño el lugar, hasta que recuerdo en dónde estoy. Lu y Lauren se remueven en la cama gracias al sonido de mi alarma, con voz ronca me reclaman que la apague y siguen durmiendo.
No fue un sueño todo lo que pasó ayer.
Me paso una mano por la boca y me quedo recostada unos segundos, en los que termino de despertarme. Miro el techo de la pequeña habitación y bostezo, mientras intento calmar las incontrolables ganas de salir corriendo por toda la ciudad y tomar fotos de cada rincón. Después de un rato, corro a ducharme y me arreglo rápido; me cepillo el cabello y los dientes, me pongo lo necesario en la cara para no parecer un muerto viviente y, aunque miro con un poco de duda el perfume de mi bolsa, me coloco un poco. Cuando salgo del baño, veo que mis compañeras de cuarto siguen tal cual como cuándo entré al baño: Lauren duerme boca abajo, mientras un brazo cuelga por el borde de la cama y Lu está boca arriba, con un mechon de cabello entre la boca y la nariz, que se mueve cada que respira. Ambas tienen el cobertor blanco regado por la cama, apenas y las cubre.
Antes de sentarme en el sofá-cama, doblo las dos cobijas que me ha tocado y las dejo a un lado. Comienzo a abrocharme los converse negros cuando mi celular suena en algún lugar de entre el sillón.
>He escuchado que los americanos son impuntuales; estoy esperándote.
Frunzo el ceño confundida cuando veo el mensaje de Julián. Aún no son ni las nueve de la mañana, faltan quince minutos. ¿Cómo quiere que sea puntual si se ha presentado tiempo antes del acordado? Me pongo los tenis a toda prisa; tomo mi mochila con mis papeles, mi cartera y demás cosas que podría necesitar en el día. Me pongo de cuclillas frente a Lauren, intentando no chocar por la pared del baño a mis espaldas. La remuevo un poco por el brazo para despertarla.—Lauren, ¿a qué hora van a salir?—le pregunto en un susurro.
Gruñe por lo bajo y suelta un suspiro dormido mientras me mira con los ojos un poco entrecerrados. No logra mantenerlos abiertos.
—¿A dónde vas?—su voz sale un poco más ronca de lo normal.
Cierra los ojos unos segundos e inhala lentamente, como si estuviera quedándose dormida de nuevo.
—Después te cuento, pero dime a qué hora saldrán y a dónde irán.
Tengo que sacudirla de nuevo para que responda.
—A las once iremos a desayunar a la plaza y al medio día iremos al reloj astronómico—murmura lo último.
—Te veo al medio día—le digo con prisa.
No sé si es la felicidad del momento, la inquietud de ver a Julián o un acto totalmente desprevenido, pero dejo un beso en la frente de Lauren antes de salir corriendo del cuarto. Por el camino me cuelgo la mochila a los hombros y el cabello golpetea mi espalda mientras bajo las escaleras a toda prisa. Empujo la puerta de cristal del hotel con un hombro y cuando estoy frente al guapo checo, sé que para él ya es tarde. Su expresión entre divertida y desesperado me lo dice todo. Intento controlar mi respiración; inhalo todo el aire que puedo y lo retengo un segundo antes de sacarlo todo por la boca.
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El viaje de Gres
Teen Fiction-¿Crees en el destino?-atinó a preguntar el chico. Tenía una mirada tan curiosa y llena de intriga, pero ella no lo notó, sólo observó la vista frente a ella, pues era algo que tenía que guardar en su mente para siempre; quizá era la última y única...