Capítulo 43. "El desastre de Gres"

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Si se busca en internet qué es un shock, dirá que es  una afección crítica provocada por la baja repentina del flujo sanguíneo en todo el cuerpo. Así que podría decir a ciencia cierta, que he entrado en shock después de que mi boca ha pronunciado el nombre de alguien con quien no he hablado en días... pero con quien sí he tenido sueños extraños.

Cuando recaigo en todo lo que pasa en estos momentos, siento que mi cuerpo se congela y que mi temperatura desciende drásticamente, pues empiezo a temblar y siento que quiero morir. Siento que el tiempo corre de manera pausada.

La cara de Liam...o mi jefe, parece transformarse; cambia de un aspecto lleno de victoria a uno lleno de dolor y confusión. Mientras lo miro con los ojos llenos de miedo y nerviosismo, él se aleja a todo prisa y se alisa la ropa mientras traga en seco. Parece estar igual de confundido que yo, pero parece aún más afectado de lo que podría pensarse ¿y cómo no? Hasta yo me sentiría terrible si la persona con la que he fantaseado por un largo rato me llama por otro nombre cuando por fin la tengo entre mis brazos. El lado bueno de la situación, es que quizá ahora sabe que no tiene oportunidad alguna conmigo y que ya no volverá a molestarme. 

O quizá sólo lo haya incitado a más. 

—Creo que es tarde—murmura sin gracia y con un tono de voz lleno de frustración.

Por mi parte, sigo sin saber cómo reaccionar y si es buen momento para bajar mi falda, acomodar mi camisa y peinarme un poco el cabello. No sé si es buen momento para obligar a mi cuerpo a moverse y que recoja mi dignidad del suelo; si es que aún tengo algo de aquello.

—Creo que... debería... irme—tartamudeo.

Se pasa la mano por el cabello despeinado y después se frota la barbilla, como si estuviera conteniéndose lo suficiente para no gritar, pero si fuera el caso, yo secundaria a rellenar el silencio con un grito lleno de sentimientos negativos. Se muerde los labios y aprovecho para acomodarme la ropa rápidamente. 

Mientras abrocho el botón de la camisa, noto que mi corazón late tan rápido que me asusta que sufra un ataque, aunque también me asusta que termine en otro ataque de pánico. 

—Sí, claro—dice al aire—. Te llevo a casa.

Abro los ojos ante la propuesta, pues la verdad es que quería alejarme de él y manejar a casa y que el aire de la noche despejara un poco mi mente. Aunque creo que estoy tan distraída que podrían terminar atropellándome.

—No es necesario...

—Ya es noche—me interrumpe—ve por tus cosas.

Aunque no me mira, sé que hace esto porque la culpa se ha sentado en sus hombros. Así que no digo nada y en silencio salgo del cuarto para recoger mi mochila que esta en la cocina y colocarme mi sudadera roja encima del uniforme. Cuando salgo, lo encuentro cerrando la puerta de la oficina y veo que lleva su saco en un brazo y la cadena en otro. Me muerdo los labios por la tensión que hay y camino detrás de él para después esperar que cierre la puerta principal del local. Cuando caminamos hacia su auto una mueca de sorpresa se asoma en mi rostro al ver una bonita Range Rover gris bien estacionada al fondo del pequeño estacionamiento del establecimiento. 

Creo que no le va tan mal con el restaurante, eh.

Presiona un botón de la llave que saca de los bolsillos de su pantalón y las luces encienden rápidamente. Lo primero que percibo al subir al auto es el olor de los asientos de piel y después el aromatizante a menta que tiene guardado en algún lugar. Lo segundo que percibo, es la incomodidad de ambos y lo tercero, es como mis manos tiemblan. Aunque eso deja de suceder cuando me golpeo la frente con brusquedad y cierro los ojos con fuerza.

El viaje de GresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora