Capítulo 7. "Reina del desastre"

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Hola, niñas preciosas, ¿Cómo están? Antes de que sigan leyendo, regresen a leer el capítulo anterior, lo edite y arreglé algunas cosillas y quité algunas otras. 

Y otra cosa: yo solita me hago bolas intentando escribir capítulos así que les voy a dar la propuesta de cuando podría subir capítulo para no verme tan desaparecida:

Opción 1: Martes y Sábado.

Opción 2: Los días que sean, pero mientras sen dos capítulos por semana.

Muchas gracias por seguir leyendo y darle una oportunidad a la historia, me hace muy feliz que les esté gustando.

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—No estarás considerando la idea de mi mamá... ¿o sí?

Miro a Lizzie unos segundos antes de seguir limpiando la mesa. Después de aquel día lleno de consejos y resacas, su madre dijo algo durante el camino a mi casa. Dijo algo tan vano y sencillo que parece buena idea:

—Quizá sólo te falta salir de tu rutina un poco, tomar aire fresco y sentarte a hacer nada—me aconsejó—, a veces ayuda a pensar mejor.

¿Y a dónde me llevó aquel comentario? a plantearme la idea de salir del país, viajar a lo más lejos posible y sentarme a hacer nada en algún bonito lugar que no esté a veinte minutos de mi casa. Y parecía genial pedirle a mis padres que me adelantara un poco mi regalo de cumpleaños, pero sé que es imposible que accedan a regalarme un boleto de avión.

—Aunque lo considerara, me faltaría dinero—hablo después de unos segundos—, mi madre no me dejaría faltar a la escuela, papá diría que es mucho dinero y Josh no me prestaría lo que llegase a faltar.

—¿Qué te ha hecho pensar que quizá eso es la mejor solución?

Bufo por lo bajo, sigo limpiando la mesa que ha sido desocupada hace unos minutos. Muevo el brazo de arriba a abajo, intentando despegar la comida de la cuadrada mesa verde. Lizzie me mira, como si estuviera esperando una explicación. Coloca sus brazos en jarra cuando se ha desesperado de mi silencio.

Paso detrás de mi oreja el mechón de cabello que se ha escapado de mi coleta  y me siento sobre la mesa limpia mientras juego con la ridícula falda verde del uniforme.

—Las cicatrices de tu mamá...—comento en voz queda, sin mirarla, como si aquello fuera la única señal que quiero darle.

Y ella parece entender, pues asiente levemente mientras toma asiendo a mi lado. El lugar está tan vacío, que escucho como la mesa rechina bajo nosotras. Quizá la soledad del lugar se debe a que es lunes y sólo falta una hora para cerrar. Mi mejor amiga mira al frente, como si estuviera recapitulando algo o peleando con su propia mente.

—Antes de que mis papás se casaran, mi madre tuvo un accidente donde falleció su mejor amigo—comienza a explicarme—. Es un tema que no se habla en casa, pero según sé, no fue nada fácil para mi mamá salir adelante, y mucho menos para mi papá. 

Observo como juega con el delantal que está entre sus dedos y como sus ojos no se despegan de sus manos. Una parte de mí se siente incómoda ante tal confesión, pues creía que aquellas cicatrices eran por algún accidente grave, pero no tan grave como para saber que quizá su madre estuvo entre la vida y la muerte.

—Sé que fue todo un drama... mamá hizo algunas locuras, metió la pata y un montón de cosas mas. Pero llegué yo—celebra—, fui como su pequeño golpe de suerte después de tanto—me mira—. Por eso mi madre se toma tan enserio eso de que la vida es demasiado fugaz, ya sabes... una vez que estás tan de cerca a la muerte, nada es lo mismo. Creo que esa es una razón por la que me gusta meter la pata en todo, después terminaré riendo, ¿no?

El viaje de GresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora