La maldición de Dio

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- ¡¿Que es eso?! ¿Qué es ese trozo de carne con forma de araña? ¿Dices que esta es la razón por la que le juro lealtad a Dio?- preguntó Joruko, no sabía cómo las cosas podían volverse más extrañas de lo que ya lo habían hecho, pero ahí estaban.

- Es un "brote de carne" que esta constituido por las células de Dio- explico Avdol, sombrio- esta conectado con su cerebro. Este pequeño brote de carne le fue implantado en el cerebro para afectar su mente.

- Es decir, este brote de carne es una especie de mando que evoca ciertas emocione ¡Carisma! ¡El sentimiento que lleva a un soldado a obedecer a un dictador! ¡Los sentimientos que llevan a un creyente a seguir al líder de un culto! ¡Este joven admiraba a Dio y le juro lealtad!- Josephine se paró un momento para aclarar su punto antes de ponerse de rodillas- Dio es un ente carismático, razón por la cual puede controlar a las personas con su aplastante habilidad para atraerlas. Así fue como Dio logro que Kakyoin viniera a matarte. Extírpaselo. El cerebro es un órgano muy delicado, si llegara a moverse durante la extracción, podríamos causarle mucho daño.

Joruko se puso a pensar.

- Jojo- le llamo Avdol- Te contare algo que sucedió hace cuatro meses en El Cairo, Egipto...¡Yo conocí a Dio!

Avdol empezó a relatarle la historia.

- Yo era una adivina. Tengo una tienda en el zoco Jan el-Jalili. Esa noche había luna llena...él...se encontraba en las escaleras que llevan al segundo piso de mi tienda. Sentía como su gélida mirada invadía mi alma. Su cabello rubio dorado, su piel pálida casi fantasmal y su enigmático atractivo me indicaban que no me encontraba frente a un ser humano. La señora Joestar ya me había hablado de él, así que lo supe de inmediato. ¡Era Dio, quien había resucitado desde el  mismísimo Océano Atlántico!

En ese momento me entere de lo aterrador que es...sus palabras me brindaron una increíble paz, poseía una simpatía peligrosa. ¡Pero eso es tan aterrador! Corrí como nunca. Enfrentarlo nunca se me cruzo por la mente. Fui afortunada. Como me habían hablado de él, pude reconocerlo. Salte inmediatamente por la ventana y corrí por el laberintico zoco hasta asegurarme de haberlo perdido. De cualquier otra manera, al igual que este jovencito, hubiese utilizado sus brotes de carne para convertirme en uno de sus seguidores.

Avdol se estremeció ante la mera idea de un destino tan horrible.

- Y hubieses muerto pocos años después con tu cerebro completamente carcomido- Josephine negó con la cabeza, le entristeció ver a un jovencito perder la vida antes de que comenzara, pero no pudo evitarlo.

- ¿Muerto? Un momento. Kakyoin...¡aún no ha muerto!- Joruko parecía pensar lo contrario- ¡Se lo arrancare con mi Stand!

Joruko se arrodilló encima de Kakyoin para agarrar con cuidado la cara del chico mientras su Stand flotaba detrás de ella.

Avdol y Josephine se pusieron de pie rápidamente.

- ¡Espera, Joruko!- Josephine trató de detener a su nieta solo para que le gritara.

- ¡No me toques, anciana! Lo retirare sin dañar su cerebro. Mi Stand puede moverse con tanta precisión que puede atrapar hasta una bala- Joruko la tranquilizó mientras la mano de su Stand llegaba hasta la frente de Kakyoin.

- ¡Detente! ¡Ese brote de carne esta vivo!- exclamo Josephine- ¡¿No entiendes porque una parte del brote se encuentra fuera del cuerpo?! ¡Hay una razón por la cual ni el mejor de los cirujanos podría extraerlo!

Josephine se mordió el labio, trató de calmarse pero no pudo controlar su pánico después de que la mano de Joruko había sido perforada por el botón de carne cuando lo tocó.

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