Los hermanos Oingo y Boingo

181 9 2
                                    

En un autobús, dos hermanos llegan a Asuán cuando el hermano pequeño comienza a mirar su manga para notar que están apareciendo nuevas páginas, las imágenes de su manga aparecen personajes similares en el cómic, que resultan ser Joruko, Caesar, Josephine y Polnareff.

"Como Oingo y Boingo tomaron el autobús cuatro horas después, se salvaron del accidente. ¡Viva! ¡Viva! ¿Qué les deparara a los hermanos? Mientras entraban en la ciudad de Asuán..."¡Allí están!" "Cuatro despreciables enemigos" Estaban conversando. Se veían muy preocupados. Bebieron té negro envenenado. ¡Gluglú!

El hermano menor rió.

- Hermano...

- ¿Eh?

El hermano menor le entrega su manga a su hermano y miro las páginas, después ríe.

- Así que solo hay que envenenarlos. 

Los dos hermanos luego se bajaron de su autobús.

- Hermanito, somos un par invencible. Con tu Stand, un manga que prevé el futuro y el Stand de mi rostro que puede transformarse, ¡su muerte es más segura! ¡Nuestras cartas son el dios del conocimiento, Thoth, y el dios de la creación, Khnum! ¡Somos los hermanos Oingo y Boingo!

Y así, los dos hermanos entran en una cafetería, se escabullen dentro para encontrar al dueño en la mesa del mostrador de la caja, el hermano mayor, Oingo agarró una sartén y golpeo al dueño en la cabeza dejándolo inconsciente y Boingo, comenzó a arrastrarlo para esconderlo en una habitación donde nadie pueda verlo.

- Es aquí, no hay duda alguna. Beberán el té negro envenenado en esta mesa- dice Oingo.

- Las predicciones de mi Stand, el dios del conocimiento, Thoth, siempre se cumplen- ríe Boingo.

Mientras tanto, Joruko, Josephine, Caesar y Polnareff estaban dando un paseo por la ciudad de Asuán después de dejar a Avdol y Kakyoin en el hospital.

- ¿Cómo están los dos?- pregunto Polnareff mientras fumaba un cigarrillo.

- La herida del cuello de Avdol no daño ningún punto vital, así que podrían darle de alta mañana- explico Josephine- Pero los médicos quieren vigilar a Kakyoin.

- Sí, el Hamon pudo cerrar las heridas, pero aún tenía los ojos cortados- coincide Caesar- Sería lo mejor que un profesional se asegurara de que no pierda la vista.

- Es una lastima, si su condición no se cura, es posible que tengamos que dejarlo atrás- comentó Joruko a regañadientes mientras miraba al resto, resignada a aceptar que Kakyoin estaba fuera de combate y no contarían con él por un tiempo si no querían empeorar sus heridas.

De repente, los cuatro dejaron de caminar cuando vieron la abrumadora cantidad de cafeterías que estaban frente a ellos, haciéndolos inseguros de cuál elegir ya que, como es habitual cuando llegan a un nuevo país, no tenían ni idea de qué lugar es el mejor y más seguro.

- Oigan, hay un montón de cafeterías- señaló Polnareff mientras volteaba a mirar a Josephine- Bebamos algo para relajarnos.

-  Buena idea- la mujer acepto felizmente- pero ¿adonde vamos?

Teniendo una idea repentina y graciosa, el hombre de cabello plateado se quitó el cigarrillo de los labios y lo lanzó hacia adelante para verlo caer sobre su colilla antes de caer completamente al suelo, la parte en llamas apuntando al local que tenía un letrero que decía "MAXIM" entre todos los otros restaurantes que los rodeaban.

- Mi cigarrillo indica ese lugar.

Caminando dentro del establecimiento del desierto, Polnareff, Josephine, Caesar y Joruko tomaron asiento en una de las muchas mesas libres que estaban alrededor y esperaron a que un mesero o el dueño se les acercara para que pudieran tomar sus pedidos.

Nuevo mundo, nueva aventuraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora