The Sun

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El grupo de Joruko salió airoso del ataque cobarde de The Lovers. Pero dada la inestabilidad política de la ruta entre Irán e Irak, tuvieron que cruzar el Mar Arábigo desde Karachi y desembarcar en los Emiratos Árabes. 

Ahora los crusaders se encontraban en un auto elegante que compro Josephine, recorriendo un área abierta con casas elegantes.

- ¡Este país es increíble!- Polnareff dijo con asombro mientras pasan por varias mansiones grandes en su nuevo automóvil. Se inclina alrededor del volante para mirar por las ventanas con asombro- Adonde quiera que miremos, todas las casas parecen mansiones.

- Si. En Tokio, una de estas casas costaría 3,000 o 4,000 millones de yenes- explica Josephine, ajustándose el hijab que recogió antes de salir de Karachi- Parece que casas como estas son la norma en este país. Hace veinte años, esto no era más que desierto, pero con las ganancias de la crisis del petróleo, este lugar se convirtió en una ciudad de ensueño.

- Eso es genial, pero, eh, ¿qué pasa con ese pañuelo?- Polnareff pregunta con curiosidad.

- Es un hijab y se trata de respetar la religión, Polnareff. Arabia Saudita y los países vecinos son fuertemente musulmanes. Aunque soy una mujer casada, se recomienda que me cubra para no ser vista como promiscua o tramposa- Luego, volteo la cabeza para ver a su nieta- Oye, Joruko, ¿te pondrás el hijab que te di?

- Si quieres que me cubra la cabeza, con mi gorra es suficiente- dijo Joruko, sin preocuparse lo que piensen los demás. Josephine sabía que era inútil discutir con su nieta así que se rindio.

- El sol pega muy fuerte- señalo Polnareff- pero estamos muy cómodos gracias al aire acondicionado. Así que no me quejo.

Todos parecían estar disfrutando del aire frío que golpeaba su piel menos Kakyoin, quien miró ansiosamente por la ventana a la que estaba cerca Caesar, soltando una bocanada de aire preocupado mientras se volvía para mirar al frente, colocando sus dedos debajo de su barbilla mientras miraba con preocupación en su rostro.

Debido a su cercanía, Joruko fácilmente lo escuchó y lo sintió moverse, por lo que captó la tensión repentina en su cuerpo, haciéndolo inclinarse un poco para ver qué producía el cambio de actitud.

- ¿Ocurre algo, Kakyoin?- pregunto Joruko.

- N-no es nada- respondió Kakyoin- este lugar es muy espacioso. Sería fácil notar si alguien nos sigue. Sin embargo, siento que alguien nos observa y no puedo dejar de mirar hacia atrás.

- Claro, no te culpo- coincidió Polnareff.

- Ya veo- interrumpe Josephine, sacando un mapa y maniobrando con cuidado, tratando de no interponerse en la visión de Polnareff mientras conduce- En ese caso, con respecto a nuestra ruta...hay una aldea llamada Yarpline a unos 100 kilómetros al noroeste de aquí. Pero el camino debe rodear las montañas y el desierto. Nos tomara dos días en auto. Por eso los aldeanos suelen viajar en avionetas. Primero compraremos una avioneta en la aldea y cruzaremos el vasto desierto de Arabia Saudita. Considerando todas las veces que nos han atacado, no querría volver a tomar otro avión, ya que arriesgaríamos las vidas de gente inocente, pero sé que puedo volar una avioneta. Eso acortara nuestro tiempo de viaje.

- No quiero subirme a una avioneta con una mujer que ha estado en tres accidentes aéreos- dice Joruko casualmente. Josephine se gira en su asiento para hacer un puchero a su nieta y su marido, que se cubre la boca mientras sus hombros se sacuden con la risa contenida. Chasqueando la lengua con irritación, se vuelve hacia atrás en su asiento y mira el mapa pensativa.

- Pues, en primer lugar, pensaba atravesar el desierto para llegar a la aldea de Yarpline. Deberíamos tardar un día a camello.

Ante eso, Kakyoin y Polnareff jadearon en estado de shock cuando la risa de Caesar desapareció, mirando a su esposa con una ceja arqueada.

Nuevo mundo, nueva aventuraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora