Capítulo 48

58 3 0
                                    

NARRADO POR ______

Palabras más, palabras menos fueron las que cruzamos antes de subir a ése taxi, en realidad creo que fueron cosas sin importancia pero me alegro de que me hubiera insistido en ir con él a ver los salones. Por nuestra cuenta. Nosotros dos. Nadie más en por lo menos algunos minutos.

Subir al taxi con Nathan no solo significaba un viaje , a decir verdad no sabía lo que significaba, pero sí sabía que yo quería estar ahí y que nadie más lo estuviera, salvo el chofer, claro. Desde que Taylor me dijo que se iba a atrasar porque su rizadora no calentaba supe que ninguno de los demás iba a estar listo y conocía lo suficiente a Nathan como para estar segura de su completa puntualidad. Me dirigí al punto de reunión pero algo en mí no estaba bien, me encontraba  extraña y frustrada y enojada y… y… cuando lo vi no pude evitar sonreír, sentir  que mi maldito rubor me estaba delatando para mostrar una sensación que no me había permitido pensar que tenía durante el camino: Ilusión de estar con él, de poder verlo con libertad de la manera como yo quería verlo, siendo él mismo, seguro, cercano a mí y no esa persona que prácticamente se escabullía de mi familia para poder tener momentos a solas conmigo.

Quizá creía que yo no me daba cuenta, pero lo notaba. Sabía que cuando yo entraba a la cocina por  una nueva botella de vino para mis padres, él seguramente diría algo como que tal vez la botella estaría muy alta  para mí o que tenía sed y no había agua en la mesa y entraría a la cocina detrás de mí, o al garaje, o a la biblioteca o lo que fuera con tal de tener esos sencillos toques y roces que casualmente se daban cuando estábamos juntos y a solas. Y entonces yo me sentía completa.

Sentía que entre él y yo había algo más que amistad. Me permitía echar mi imaginación a volar creando fantasías donde Nathan y yo éramos no solo libres, sino necesitados de tocarnos, besarnos, reír juntos y decirnos que nos queríamos tanto.

Pero luego bajaba al mundo real de un solo golpe.

Mis ilusiones se veían eclipsadas por la visión de él con Tylor, con mi hermana, la persona por la cual daría mi vida pero en este momento me quitaba lo que yo más había deseado en toda la vida… Algo bizarro si no se ha estado en una situación similar. Nunca, nunca le había envidiado nada a ella, ni su cuerpo, ni su carisma, ni a los chicos detrás de ella, ni su manera de controlar a las personas y con ellas las situaciones a su antojo. Nada, excepto el que ella tuviera a Nathan cuando yo ya lo sentía tan mío. Cuando comenzaba a creer que alguien tan especial como él me había visto una segunda vez y una tercera y buscaba más. Él me hacía sentir segura y me recordaba lo importante que era, reconocía mi personalidad según yo rara, según él única. Eso me hacia sonreír.

Una vez dijo que leyó una novela llamada “bajo la misma estrella” y me regaló un ejemplar con una nota que explicaba que me lo obsequiaba por una frase que le recordó a mí cuando lo leyó y mientras yo devoraba página tras página encontré la frase subrayada:

“Estas tan ocupada siendo tú qué no tienes idea de cuan absolutamente sin precedente eres.”

No pude seguir leyendo después de eso… Mis ojos se cristalizaron pero las lágrimas que picaban en ellos no eran dolorosas, eran placenteras. Sonreía. Todos queremos siempre pertenecer a un grupo de personas incluso si no encajamos en él,  eso sentía yo la mayoría de las veces y estaba tan acostumbrada a ser la “diferente” rara que no me había dado cuenta que ser”diferente” también puede ser bueno, y tampoco sabía que alguien podía fijarse en ese “diferente” que me separaba tanto de los demás y querer estar conmigo por eso mismo. Era tan sorprendente pues aunque hubiera tenido pretendientes antes y algunas relaciones amorosas, vaya, noviazgos, ninguno había sido en serio. Ellos no me tomaban en importancia ni yo a ellos porque sabía que no me querían en realidad y la única razón por la que había decidido comenzar esas relaciones había sido porque todos los demás tenían y yo quería pertenecer… luego me rendí. Dejé de preocuparme por eso y en cambio gastaba mis energías, tiempo y esfuerzo en lo que realmente me importaba: carrera, familia, amigos, mi futuro en general. Estaba enfocada hasta que Nathan llegó.

Al principio solo vi un nuevo chico guapo en el campus y me repetía eso una y otra vez pero entre más lo hacía más recordaba su caminar, su sonrisa de medio lado, sus ojos verdes y de pronto me encontraba pensándolo, recreándolo en mi mente. Luego comenzó a hablarme y yo no podía creer que entre todas las chicas se hubiera acercado a mí. Yo era bonita pero había chicas más bonitas, yo tenía buen cuerpo pero había con mejores cuerpos que el mío, más a la moda, más simpáticas pero él me había elegido  mí. Entonces me baja a la Tierra yo misma y pensaba en que me hablaba solo porque yo no estaba acosándolo por una mirada. Primero, porque no quería ser como todas las demás coqueteando descaradamente para llamar su atención y casi vendiéndose para tenerlo y segundo, porque sabía que aunque lo hiciera, alguien más lo tendría.

Y ¿Quién lo hubiera dicho? A final de cuentas tenía razón, la que siempre tenía lo que los demás querían, lo tenía a él. Sin embargo cada vez que los veía juntos era como encajarme una daga más y más profundo y el dolor era tan adictivo que busca estar entre ellos pero entonces se intensificaba tanto que no podía soportarlo y corría disimuladamente a mi habitación y lloraba. Lloraba porque me sentía frustrada, cobarde de no poder decirle que a mí también me gustaba, culpable porque estuve tanto tiempo cerrada a la posibilidad de una relación de verdad, de enamorarme que posiblemente se cansó de mí, enojada porque quería reclamarle todo lo que me había hecho sentir, por hacerme creer que era importante, hermosa… especial. Por hacerme creer que entre nosotros podía haber algo, porque me abría con él y después de tanto tiempo me permití salir de mi caparazón anti-romance y exponerme ante él, libre para que entrara en mi corazón… y al final terminara con mi hermana.

Y la tortura no terminaba. Cuando los veía besarse me obligaba a sonreír, hasta creo que era una sonrisa exagerada  porque me quería meter en la cabeza que no era mío, que nunca lo había sido y que nunca lo sería, pero verlos… Verlos me recordaba el sabor de sus labios sobre los míos, aquel primer beso entre nosotros, la primera vez que se escabulló de mi familia para ir detrás de mí en la playa,  cuando aún yo no descubría que me estaba enamorando de él.

Kiss...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora