Capítulo 39

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Al abrir la puerta me topé con Siva hablando con Daniel, luego éste último se despidió de nosotros dos y me quedé en el lobby con mi amigo. Tomamos un par de botellas de agua del mini bar para recostarnos en los pufs tan cómodos que teníamos.

- Volvemos a los viejos tiempos ¿eh, viejo?

- Me alegro mucho –dije abriendo mi botella- tan viejos tiempos…

- ¿Por qué lo dices de esa manera? Sabes que conmigo no es tienes que ocultar nada, tu famoso escudo no es necesario, nos conocemos perfecto. Dime qué pasa, bro.

Pensé un par de segundos lo que él decía, había sido mi mejor amigo desde niños, siempre habíamos contado uno con el otro y sabíamos TODO del otro tanto como de nosotros mismos. No dudé en abrirme con respecto a lo que me pasaba a mí, el asunto de mi familia no solo me abarcaba a mí, por lo tanto, ése tema no lo podía tocar. Incluso ante Siva.

- He estado sintiéndome un poco extraño el tiempo que tengo aquí, siento que soy otra persona en cierto aspecto, no me refiero a que haya cambiado – me apresuré a decir con tono alegre, ya que no quería que él malinterpretara lo que iba a decir: Si me importaba lo que “alguien” pudiera pensar de mí, ése alguien era Seev- quiero decir… No lo sé, tal vez estoy alucinando, no me hagas caso.

Sonreí.

- No te preocupes, te entiendo. Estamos muy lejos de casa ¿uh? Aquí no hacemos lo que allá estábamos obligados a hacer, pero nos quedamos acostumbrados –él tenía la razón, en casa huía para tener un tiempo para mí y lo que yo quisiera, aquí, necesitaba enfocarme en algo o ___, Taylor y el asunto familiar acabarían consumiéndome… No me molestaba la idea de ___ consumiéndome… - ¿Nathan? Te pierdes, amigo. ¿Debo llamarte Sykes aquí para que me prestes atención?

Su comentario me simpatizó, pero me agradó más la idea que había hecho que me perdiera de su conversación. 

Después de tomar un poco de agua, decidimos ir a nuestras habitaciones para terminar nuestros deberes. De nuevo: responsabilidad. Algo que se nos había inculcado en casa y era parte del código moral que nos convertía en quien éramos. No lo podíamos olvidar. Mientras subíamos las escaleras porque para variar, el elevador no estaba disponible, comentamos cómo le iba en el cuarto con los mastodontes y al parecer ya había encontrado la manera de controlarlos diplomáticamente, como siempre lo hacía. En eso Tom y Jay iban bajando.

- Sykes, ¿para qué tienes un celular si no lo contestas?

- Tenemos todo el día tratando de llamarte, bro.

- Bueno, pues ya me encontraron chicos, ¿qué pasa?

- Queremos ir a un bar de la ciudad, ¿se nos unen?- preguntó Tom.

- La verdad es que yo me tengo que preparar para un asunto que tengo pendiente mañana, - dejó escapar Siva- pero si me dicen el fin de semana con gusto yo me apunto.

- Yo si me apunto esta noche, y el fin que viene. Luego me sigues contando qué onda con tus rommies, Seev.

Siva y yo nos despedimos y seguí a mis propios rommies a la salida rumbo al centro de la ciudad o algo por el estilo. El tiempo había pasado de prisa. El cielo comenzaba a marcar la noche, la brisa se hacía más fría y con ella el sonido de las olas del mar a lo lejos arremetiendo contra la arena y algunas rocas se hacía presente. Para mi sorpresa no quisieron ir al bar de costumbre y en cambio me guiaron a uno en el malecón de la ciudad, según ellos decían, era la reinauguración del local, que pertenecía al primo del sobrino del tío de la mamá del vecino que había vivido tres años al lado del perro que adoptó el hermano gemelo de Jay, es decir, el dueño era como de la familia para él.

Kiss...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora