Capítulo 36

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Semanas, semanas, semanas… La palabra daba vueltas en mi cabeza. Ella, ____ tenía que caer en mis brazos y yo con todo el gusto del mundo la acogería, como lo había estado deseando hacer desde hacía un tiempo, puede que hasta desde que la conocí. Pero lo divertido era que no me había dado cuenta de en qué momento lo había querido. Ahora, solo sabía que quería tener a ___ para que me mirara con sus ojos profundos, que me besara con sus labios delicados y confirmar si podían dar la vida que ellos tanto profesaban. Moriría por comprobar mi teoría y si podía ayudar a mis padres en el proceso, que mejor. 

Además así no tendría que fingir nada porque después de todo yo sí quería ganarme su atención, quería tener el derecho de decir que ella era mía, no solo en mis pensamientos como involuntariamente lo había hecho algunas veces.

Por fin, podría decir que MI ____. 

Sin embargo ¿Cómo conseguiría que ____ fuera mi novia en semanas si no lo había conseguido en tres meses? Tenía que dejar eso de las citas de trabajo y hacer que saliéramos más, fuera de la escuela, tenía que pensar en alguna estrategia para conquistarla y así matar dos pájaros de un tiro.

- Sé que no tenemos tiempo que perder, pero ¿semanas? Para tu tranquilidad ellas fueron de las primeras personas que conocí cuando llegue aquí, no sabía que eran hermanas hasta que una de ellas, ___ me lo dijo cuando me estaba limpiando una herida.

-¡Herida! Otra pelea ¿verdad? Nathan, ¿cuándo cambiarás eso de ti, hijo? Es la primera vez que te alejas de casa y vives tu solo, tienes que tener más cuidado de tu persona. Herida –resopló- el que seas un buen peleador no te da derecho a que andes por ahí teniendo una pelea cada fin de semana.

- No fue la única ése fin de semana, unas horas después golpee a otro chico y al amanecer corrimos de un policía escolar, pero no estamos discutiendo eso y creo que tenemos prioridades.- pronuncie con fluidez y relajadamente a sabiendas de que ella no me iba a contradecir en este punto.

Dicho y hecho, no lo hizo sino que me dio la razón, luego, durante la conversación acerca del pronóstico del doctor Flynn con respecto a mi padre, llegó Siva para cambiarnos de tema. Mi madre comenzó a hacerle el mismo cuestionario que me había hecho a mí tocando los temas de: comida sana, horas adecuadas de sueño, no alcohol ni cigarrillos (aunque sabía muy bien que ninguno de los dos fumaba). 

Salimos los tres del lugar con dirección al campus, a esta hora probablemente mis compañeros de habitación ya estarían allí y viendo a mi madre tan vulnerable como estaba, quizás podría animarla un poco el conocerlos.

Al llegar a mi habitación Tom abrió la puerta y mostró una cara de sorpresa al ver a mi madre entre Siva y yo. En seguida hizo una reverencia dándole el paso al cuarto que compartíamos, como un gesto que él pensó que podría impresionar a mi madre, sin embargo ella estaba acostumbrada a que mis “amigos” y conocidos hicieran este tipo de cosas, usualmente era para causar buena impresión y cubrir futuras posibles metidas de pata.

Karen, mi mamá, entró y al ver a Jay ponerse de pie sin quitarse los auriculares aun unidos a su iPod, para acercarse a ella, giró a verme esperando que la presentara.

-¿La psicóloga? – preguntó Jay- ¿Qué hace la psicóloga en nuestra habitación? No me digan que van a hacerme otra intervención para superar a Gaby, ya les dije que ella va a ser mi novia tarde o temprano y no tiene nada de malo escribir su nombre la parte de atrás de mis cuadernos – dijo todo esto gritando a causa de los audífonos que probablemente estaban con el volumen adecuado para dejar sorda a la mitad del país.

-¡Quítate esas cosas de la cabeza! No es ninguna intervención y de hecho si deberías tener una, da un poco de miedo ver “Gaby” escrito por todos lados – de inmediato recordé el nombre escrito en mis notas de música (que no habían visto la luz fuera de la habitación), en la orilla de la litera, una vez escrito con shampoo en el piso de la ducha e infinidad de veces en un cuaderno que le había pedido para pasar notas. Si tenía un problema: estaba enamorado, ¿terminaría igual yo?... de Inmediato descarté la idea, ése nunca había sido mi estilo – Además, ¿por qué pensaste que mi mamá era la psicóloga? – muy bien, cambiar de tema para no pensar en que me podría convertir en un patético cursi como mi amigo.

- Pues… Es que ya todos los maestros me han dicho lo mismo, pensaba que habían ido con el chisme al psicólogo, y al ver entrar a una mujer desconocida, bueno, solo lo pensé.

- Entonces usted es la Señora de Sykes, madre del amargado joven a mi izquierda – obviamente se refería a mí.

- En efecto soy yo, pero dudo que amargado sea la palabra para describirlo, preferiría decir que es un poco sarcástico y que puede llegar a ser seco algunas veces. Pero caballeroso, respetuoso y educado a más no poder. Y sobre todo, con un encanto natural. Todo un Sykes. Herencia de su padre – murmuró la última frase cubriendo un lado de su boca con la mano izquierda como tapándose los labios de mi para hacer imposible que se los leyera y con la mano derecha apuntándome con el pulgar, solo que lo había dicho lo suficientemente fuerte como para que todos en la habitación la escucháramos y dejáramos escapar una ligera risa.

No cabía la menor duda de que eran características de mi padre que habían sido proyectadas en su único hijo varón (es decir, yo) pues el carisma ligero y espontaneidad de mi madre le pertenecían a Jess. La preocupación se dibujó en mi rostro con una mueca que prácticamente era desconocida para mí, de inmediato me obligué a cambiarla, tenía que ser fuerte pues mi mamá necesitaba que en este momento alguien lo fuera más que ella, necesitaba que alguien le aligerara en peso que estaba llevando y ése sería yo. Cargaría el peso por ella.

Unas cuantas bromas y una conversación relajante entre todos después, Siva y yo decidimos acompañar a mi madre rumbo al aeropuerto. Solo había viajado para darme la noticia de sus planes. Y como escrito por Nicholas Sparks, ____ y Taylor cruzaban la entrada principal cuando nosotros salíamos, haciendo que fuera inevitable verlas. Primero posé mi mirada en Taylor, quien iba con una coleta meciéndose al ritmo de sus caderas en la corona de su cabeza, una camisa blanca semi transparente fajada en una minifalda ceñida color verde que mostraba su diminuta cintura (sin duda había escogido su atuendo en plena conciencia de sus atributos) y sus inseparables tacones y lentes de sol. Su boca cubierta de un rojo brillante se movió dando lugar a un “que tal Sykes” que solo leyendo sus labios pudo haber sido escuchado. Luego _____, caminando más despacio detrás de ella, vestía un short alto que me permitía (y por desgracia a todos los demás también) ver sus largas y bien formadas piernas, una camisa de franela con cuadros rojos, blancos y negros, tenis negros que al parecer escondían un poco de tacón. Sin duda poseía la imagen relajada con la que la había visto desde la primera vez. Ella no usaba tanto maquillaje como Taylor, a decir verdad no lo necesitaba y se veía mejor, con su siempre buen color bronce de piel, el rubor coral que se dibujó en su rostro cuando notó que veía sus piernas, el color rosa natural de sus labios y un delicado toque de rímel para resaltar sus largas pestañas e hipnóticos ojos… Cabello suelto, libre como siempre lo usaba. Me gustaba cuando estaba fuera de control. Era como ver una parte de ella que necesitaba salir más a menudo. Y luego solo elevó las comisuras de su boca unos tres milímetros, suficientes para ver la luz que había iluminado sus ojos al mostrarme un intento de sonrisa… Perfecta.

Ya en el aeropuerto, después de dos horas más de conversación y de enterarme de que mi hermanita estaba saliendo con un tipo que al parecen le encantaba a mis padres. Siva y yo acompañamos a mamá justo a la fila de los que esperaban por mostrar sus boletos y viajar a su destino. Justo antes de irse mi madre dijo solo para mí:

- Las chicas que vimos entrar en la universidad cuando nosotros veníamos de camino acá son las hijas de Felipe y vi cómo las observabas. Las dos son muy lindas y conociéndote sé que pusiste tus ojos en la bella de la falda y coleta, igual vi que te coqueteaba. Ella es como te gustan, cariño, no va a ser un sacrificio para ti en ése aspecto.

Palmeó mi mejilla y se despidió de Seev y de mí con un beso maternal en la mejilla. Ella me conocía muy bien, pero aún podía darle sorpresas.

Kiss...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora