Dos días después de que el señor Benítez regresara a Trincheras, Elíza y Juana se estaban paseando en la hamaca intentando distraerse de lo que ocurría. Luego vieron que llegó Macario. Elíza se asustó, creyendo que le diría que era necesario irse de Trincheras otra vez, pero más bien les preguntó lo siguiente:
—¿No les han dicho qué traía el papel que mandó su tío?
—¿Qué dices, Macario? —dijo Juana—, no nos han dicho nada.
—¡Cómo así! —exclamó él— si hace rato traje un recado del señor Galindo, porque me lo topé en Magdalena.
Las dos hermanas dejaron a Macario para ir corriendo hacia su padre. Cruzaron con impaciencia la cocina, pero no estaba. Tampoco lo encontraron en su cuarto, pero la señora de Benítez les dijo que hace un momento lo había visto irse hacia la dirección del cerro de Trincheras.
Juana y Elíza fueron corriendo hacia el cerro. El calor era insoportable, y siendo Juana más delicada, se cansó más pronto que Elíza, quien bien condicionada por sus días en el cuartel, corrió hasta encontrar a su padre, quien ya había trepado un buen tramo del cerro.
—¡'Apá! —le exclamó para que no siguiera avanzando— ¡Qué decía el recado que le trajo Macario! ¿Era algo de nuestro tío?
Cuando su padre se volteó y miró la zozobra en su rostro, pensó que Laurita había muerto a mano de las que buscaban hacerle algo. O, que por lo menos había resultado herida de gravedad. Él se acercó y le extiendo la carta, pidiéndole que la leyera en voz alta. Elíza esperaba un recado breve, pero la verdad es que era toda una carta que leyó lo más rápido posible.
Magdalena de Kino. 2 de agosto
Estimado Sr. Benítez:
Por fin he podido dar con el paradero de su hija. Espero que esto sea de gran felicidad dentro de lo que se puede esperar. Él sábado, hacía mis deberes en la cantina cuando entre los cuchicheos oí que un numeroso grupo de tanto señoras y jóvenes estaban queriendo entrar a la fuerza en la posada donde Laurita y Jorge estaban porque querían verlos casados o asesinarlos con sus manos, pero esos detalles los reservo para después...—¡Si siguen vivos es porque están casados! —exclamó Juana cuando los alcanzó. Elíza continuó.
Cuando se llevaron a las mujeres y las encerraran en unas celdas por haber roto los vidrios de la posada y otros daños, pude ver a los fugados. Por primera vez agradezco la llegada de los federales, porque si las mujeres hubieran visto que no están casados, nos quedamos sin Laurita. Y Jorge ni intenciones se le ven de casarse con ella. Pero, luego de una platica donde no dudé en pactar todo a tu nombre, hemos llegado al acuerdo de que Jorge se casará con Laurita a cambio de que le ayudemos a vivir una vida llena de holgura. Más que dinero, me pidió cincuenta cabezas de ganado porque quiere hacerse ranchero, y con el dinero de la herencia de Laurita, se comprará unas tierras para cultivar. No decidimos dónde estará su ranchito, pero en estos tiempos no está nada fácil buscarse unas tierras donde quepan vacas y sembradíos. Jorge también espera que le ayudemos a pagar sus deudas, pero dejando eso de lado, se ha comportado tan caballeroso como creíamos que era. Por ahora, Laurita se quedará con nosotros y Jorge seguirá en la posada. Me ha dado su palabra de hombre que no escapará, ¿y cómo podría escapar si estamos a punto de resolverle su vida?
Atentamente:
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Orgullo y prejuicio: A la mexicana
Ficção HistóricaAmbientado en la Revolución Mexicana, la señora de Benítez solamente tiene un propósito en su vida: casar a sus cinco hijas. Pero, su segunda hija, la señorita Elíza Benítez tiene otro propósito en su vida: casarse cuando ella, y no su madre, crea n...