XVIII. El violoncello

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El día del baile de Nogueras, Laureles era un desastre. Todas se esmeraban en acicalarse como si fueran al baile dado por algún rey. En especial Juana, que hasta era ayudada por sus hermanas para que se viera lo más hermosa posible.

    Del costal de ropa que la señorita Betancourt obsequió a Juana, Elíza logró adueñarse de un vestido casual, de esos que nunca había usado

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Del costal de ropa que la señorita Betancourt obsequió a Juana, Elíza logró adueñarse de un vestido casual, de esos que nunca había usado. El tamaño de las enaguas le parecía ridículo, pero reconocía que el vestido color blanco era muy hermoso, que combinaría a la perfección con sus alhajas doradas, rebozo colorido y flores que añadiría a su cabello, además, así el señor García tendría un motivo más para acercarse a ella, pues él creció tratándose con las clases altas. Juana también se puso un vestido del costal, al igual que María, que decía estar encantada con un vestido sin estampado y color marrón que encontró:

- No me desagradan los trajes típicos de mi zona - decía -, ni me disgustan los colores y estampados florales que tanto los caracterizan, pero vestir debe de ir de la mano con tu personalidad. Y, de acuerdo a mis preferencias, encuentro más prácticas las prendas sobrias.

- Que sobridas ni qué nada - dijo la señora de Benítez cuando las miro a las tres -. Orale, se me quitan esas garras chirudas, oí decir a la señora de Lozano que el señor Betancourt va a llevar un grupo para bailar taconazo, no las quiero ver bailar el taconazo con esos vestidos, no te estoy diciendo a ti, Juanita, tú sí puedes ir así para que el señor Betancourt se fije nomás en ti.

- Mamá - dijo Elíza -, nos tomó mucho tiempo ponernos estos vestidos. Para bailar el taconazo no importa el vestido, sino las botas.

- Llévate lo que quieras - dijo la señora de Benítez, vaciló en la puerta y añadió -: A todo esto, el señor Carrillo me acaba de pedir permiso para bailar contigo en los primeros bailes.

- ¡Mamá, qué fue lo que le respondiste!

- Pos que sí, hija mía, acuérdate que él te defendió del señor Higuera. Ya sé que todo fue un error, pero de todos modos te defendió, ¿sabes qué significa eso? ¿No? ¡Pos que le estás gustando! Y eso que tú siempre le haces el feo, pero así son los enamorados, ni cuenta se dan por andar de encimosos.

Se fue y dejó muy pensativa a Elíza. Ella realmente deseaba bailar primero con el señor García, hasta se había recogido el cabello de una manera diferente para que se viera más bien con el vestido.

- No pasa nada - dijo Juana mientras la veía reflexionar -. Vas a ver que van a haber muchas canciones, hasta puedes bailar toda la noche con Jorge.

- Si es que el vestido me deja...

Cuando todos se terminaron de arreglar, hasta el señor Benítez, que iba para conocer la hacienda que su esposa aseguraba se convertiría en el hogar de Juana, se percataron de algo: los caballos habían sido prestados y la señora de Benítez se negaba a irse en una carreta tirada por burros.

Orgullo y prejuicio: A la mexicanaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora