Elíza tenía la suerte de no haber estado en Laureles cuando Macario le entregó la respuesta de su tía.
—Ay, Macario, no sé qué haría sin tus idas y venidas por todos lados. ¿Todavía quieren que la bola de Trincheras vaya a Hermosillo? Porque estoy interesada en unirme nuevamente.
Lo que Elíza tenía en mente era unirse a esas bolas que andan por todo el país. Tal vez en Hermosillo encontraría otro grupo al que unírsele. El motivo de esta decisión era el mismo que orillaba a María querer ser monja: la búsqueda de su felicidad. Gracias a la visita de su hermana con su marido, creía haberse dado cuenta que ya no debía considerar siquiera en unir su vida con la de alguien más. Si no iba a casarse, al menos iba a hacer lo que le gustaba y eso era luchar ante las injusticias. Ya había planeado su historia. Pediría unirse a la bola de Hermosillo como soldadera luego de que su marido hubiera perdido la vida luego de la batalla de Guaymas. La razón por la que diría esta mentira era porque no quería ser relacionada con su supuesta traición. Si ser soldadera era su camino para escaparse de un matrimonio tan nefasto sin ser cuestionada, entonces lo haría. Ella sabía los riesgos, pero se arriesgaría para redimir el nombre de su familia. Tales pensamientos tenía Elíza cuando Macario respondió lo siguiente:
—¡Si no fuera mujer, sería una buena general! —su entusiasmo se fue y dijo seriamente—, pero su merced no puede entrar a la bola porque Jorge contó a todos en Guaymas que su merced se hizo muy alzada desde que visitó a la señora dueña de los barcos de Guaymas. Con decirle que hasta mal le trató usted a él. También dijo que su merced ya estaba empezando a apoyar al Usurpador. Ya hubiera visto cómo se enojaron todos y se enojaron más cuando Jorge les dijo que usted era achichincle de la señora esa desde antes de entrar a la bola.
—¡Con que me acusó de espionaje! —Exclamó Elíza.
—Ansina es. Y tuvo suerte de que esos chismes los oyera el General Obregón y les dijera a todos que no le hicieran nada porque de todos modos ganaron la batalla. Pero desde esa vez, la bola la tiene bien aborrecida, Elízita. No sé qué más les habría dicho Jorge, pero todo eso que le conté lo supe cuando fui ayer a la cantina por un traguito pa'l calor y allí estaban Jorge con todos recordando ese día.
—La verdad no me extrañaría que desde el inicio el espía y traidor fuera él —dijo Elíza, sintiendo un hervor de sangre—, pero no puede ser porque no soporta ni al señor Dávila ni su gente.
Dicho esto Macario se fue. Elíza decidió ir al cerro de Trincheras igual que su padre para leer la carta y reflexionar a solas.
6 de septiembre.
Sobrina mía:
No creía que después de que le repitieramos como rezo a Laurita que guardara todo en secreto, lo hubiera dicho aún así. No cabe duda que de niña le hicieron falta más huarachazos de su mamá. Pero te explicaré lo que tanto quieres saber y es la relación del señor Dávila en todo esto. Y es que no habríamos encontrado a la pareja de no ser por él porque él fue quien descubrió donde se escondían. Si supieras que partió un día después que nosotros hacia Magdalena, con la explicación de que si hubiera dicho lo malo que Jorge era nada de esto hubiera pasado. Por eso es que decidió que lo mejor era que él arreglara todo este asunto. Gracias a que conoce a Jorge más que nosotros, pudo dar más fácilmente con él, pues sólo tenía que llegar a la casa de una conocida que ni siquiera los más allegados de Jorge en la bola conocían. Y era una misteriosa señora que fue cómplice de Jorge en el pasado. Entonces, el señor Dávila dedujo que en esta ocasión también sería cómplice de haberlos dejado estar en su lugar antes de hallar una posada.
Luego de varios días y un soborno para traicionar a su amigo, se le dijo dónde se quedaba la pareja. Primero habló con Jorge pidiendo ver a Laurita. Creyó que la encontraría arrepentida de su decisión pero no podía estar más equivocado. No le interesaba saber cuánto calvario sufrimos por ella. Al darse cuenta de tal estado de enamoramiento, el señor Dávila se apresuró a organizar la boda con Jorge antes de que se negara pues él nunca tuvo intenciones de hacerla su esposa. Incluso Jorge llegó a decir que la culpable de lo sucedido era Laurita y que él aprovechó para huir de los problemas que tenía con la bola. Jorge no le dio muchos detalles a Dávila, pero como este reconocía cuán cobarde es, con su sola mirada dedujo que tenía miedo de algo. Así que ahora Jorge deseaba irse lejos, pero era difícil si ya no quiere formar parte de la bola. El señor Dávila le dijo que si bien los Benítez estaban lejos de ser ricos, podían ayudarle a establecerse en algún lugar. Pero esto no le bastó a Jorge, quien todavía soñaba con ser un hacendado y estaba dispuesto a irse a otro estado sin Laurita con tal de conseguirlo. Entonces el señor Dávila además de asegurarles un matrimonio, les aseguró un futuro, y es así como se irán a El Fuerte, Sinaloa. Ellos dos se reunieron para hablar de más temas que desconozco.
Esto es lo que ha hecho por nosotros alguien que ha sido juzgado severamente por la misma gente a la que ayudó. Su estancia aquí solamente sirvió para reafirmar su más grande defecto: su terquedad. Tal vez para la señora de Benítez tú eres la persona más terca y obstinada de todas, pero para mí lo es el señor Dávila, quien no cedió hasta que aceptaramos todo lo que nos ofrecía además de mantenerlo en secreto. Miré a tu tío diciendo que con haber encontrado a Jorge era suficiente, él mismo podía casarlos y buscarles un hogar, pero yo sé que el señor Dávila sabía lo que estaba haciendo para que Jorge actuara como un hombre y aceptara las consecuencias de sus actos. Tu tío está más aliviado cuando enteraste porque no se siente cómodo siendo el falso héroe de la historia.
Simplemente quedé maravillada con lo buena persona que es. Tan inteligente y a la altura de las circunstancias, aunque en ocasiones le ganaba la debilidad y decía tu nombre. Aunque admito que supo controlarse la mayoría del tiempo. Me cae tan bien que no me molestaría que fuera mi sobrino. Era perfecto para Laurita para que ambos tuvieran un intercambio de sentido común y alegría porque lo siento serio, puede que Cata sea la mejor en este caso. Espero que por esta pequeña broma no me prohíbas la entrada a Páramo. Desde luego que de mis sobrinas pensaba en ti para él. Si esta carta es el inicio de un cortejo entre ustedes, creo que me merezco por lo menos unos caballos de la sangre más pura. Debo irme porque el cocido ya está y los niños tiene hambre.
Atentamente:M. Galindo
La reacción de Elíza fue la más insólita. Mientras leía con esperanza la carta, el final la perturbó pues su tía conocía la intención por la que pedía información.
A la par que iba bajando el cerro, se encontró con Jorge quien le dijo:
—Me desanima haberla interrumpido en su pase solitario —preguntó dándose cuenta del disgusto en la cara de Elíza.
—Ni que fuera la dueña del cerro para que me moleste que andes aquí —Su respuesta contrarió a Jorge, porque más que broma, sonó a un insulto a su inteligencia.
—No será dueña de una piedra de este cerro, pero es mi amiga —dijo él como si alguien pudiera estar orgulloso de aquello.
—Y cuñada —dijo ella muy a su pesar—, ¿y Laurita?
—En el pueblo con la señora de Benítez. Por cierto, su hermana Cata me contó que fuiste a Páramo.
—Sí. Ha de saber que alguien acusó de traición y tuve que esconderme en Álamos.
—La envidia por haber ido a Páramo —dijo Jorge ignorando la indirecta con reproche, añadiendo para eliminar lo tenso del tema—: Si no tuviera problemas con los dueños, pasaría por allí para despedirme de la ama de llaves. Ella me quería bastante, de seguro le habló de mí.
—Sí me habló. Pero era difícil que escuchara atentamente. Estaba muy ocupada pensando en lo que sería de mí si hallaban mi escondite.
—¿Qué le dijo? —preguntó ignorando todo nuevamente.
—Que te habías unido a la bola y que... bueno, puros chismes que no creería de ti, cuñado. Ni vale la pena repetirlos.
Jorge sólo se mordió el labio para no preguntar por lo que dijo el ama de llaves.
—Sabe, Elíza, miré al señor Dávila el mes pasado en Magdalena, me preguntó qué haría allí. Si acaso mantendrá relación con los federales. ¿No está segura de que él haya sido quien la culpó de haber dado la información a la señora Catalina de Báez?
—Entonces no habría sido tan bien recibida en Páramo si quería que me mataran por traidora. Más bien pienso que estaba arreglando los detalles de la boda con la señorita de Báez.
—¿Conoció a la señorita Graciela Dávila? ¿Qué le pareció?
—Es tan adorable y humilde. Por alguna razón habla de su hermano como un héroe. Como el ser más valiente que conoce, ¿usted qué opina de estas descripciones?
—No sé nada de ellos desde hacía tiempo. Pero ella debe de haber cambiado mucho en los últimos años. Podría jurar que antes ella no era tan... en fin, ¿no conoció la hacienda que pudo haber sido mía?
—¿La misma a la que usted no le importaba en aquel entonces y cambió por dinero?
—Ser dueño de una hacienda no es trabajo fácil —se defendió él—. Puede que al inicio tuviera miedo de asumir una responsabilidad tan grande siendo tan joven e inexperto.
Llegaron a Laureles, donde Laurita les estaba esperando. Elíza ya no podía continuar desmintiendo su historia, así que terminó la conversación con un:
—-Lo que haya sido sobre quién me acusó falsamente y lo concerniente a Páramo, usted y yo somos familia. Lo peor que podemos hacer es pelearnos por asuntos del pasado si todavía faltan los del futuro.
Le tendió la mano; él se la besó con galantería y juntos entraron a la casa.
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Orgullo y prejuicio: A la mexicana
Historical FictionAmbientado en la Revolución Mexicana, la señora de Benítez solamente tiene un propósito en su vida: casar a sus cinco hijas. Pero, su segunda hija, la señorita Elíza Benítez tiene otro propósito en su vida: casarse cuando ella, y no su madre, crea n...