LVII. La corona

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Aquella visita tan inesperada desató en Elíza una agitación poco propia de ella y tal vez nunca vista. Ella era de ese tipo de personas que confiaba en esperar hasta que el tiempo resolviera las cosas, pero tener de enemiga a alguien tan poderoso como la señora Catalina de Báez no era cosa de juegos. Ella sabía que si se le antojaba a esa señora, la desaparecería sin más, pero como conocía el orgullo de la señora Catalina, entendía que le era más satisfactorio el tener que obligarla a renunciar a lo que guste.

   Su mente no la dejaba pensar en otras cosas. Todo el día le daba vueltas al asunto de la señora Catalina de Báez. Elíza se daba cuenta de lo caprichosa que era esa señora, quien hizo un viaje desde Arizpe a Trincheras exclusivamente para desmentir rumores. Y, si se ponía en el lugar de la señora Catalina, Elíza entendía el miedo que sentía por una posible boda entre ella y el señor Dávila. Para muchos, la boda de alguien como Betancourt y alguien como Juana sería de lo más disparatada, sin embargo; terminó sucediendo. Tal vez la gente, así como asoció a Betancourt con Juana, estaban comenzando a asociar a Dávila con Elíza. Tal vez la boda de éstos últimos no sería hoy, ni mañana, pero sin duda se frecuentarían cuando Juana y Betancourt se casaran. Sin duda, a la hora de crear chismes, pensó Elíza, la gente no dejaba pasar desapercibido ningún detalle.

   Tampoco hay que dejar de lado que probablemente el señor Carrillo fue quien puso al corriente a la señora Catalina de este rumor. Y, el señor Carrillo, hombre reconocido por agregar y quitar, terminó empeorando la idea que transmitió a su protectora. Eso explicaría por qué la señora Catalina hablaba con tal vehemencia, pues puede que el señor Carrillo le haya animado a enfrentarse a Elíza así como él se enfrentó a la batalla de coplas tiempo atrás en el baile de Nogueras. Elíza no dudaba que fue el señor Carrillo quien incentivó a la señora Catalina para meterse en sus asuntos.

   Lo único que le preocupe esto, era que por intentar quedar bien con su benefactora, el señor Carrillo los echara de Laureles, aún cuando el señor Benítez estaba haciendo lo posible por comprar el rancho. Esto la sumió en un nivel de agitación al que creyó que no podía llegar. Se preguntó cómo pudo ser tan atrevida sabiendo que hacerle cualquier cosa a esa señora era como hacérsela al señor Carrillo. Y si los echaban, a ellos no les iba a importar que Elíza les explicara que su familia no tenía nada qué ver en eso.

   Pero, había alguien que aún podía ayudarla a pesar de todo. El señor Dávila. Elíza no era partidaria de buscar ayuda para resolver sus problemas, pero ahora sabía que lo necesitaba como nunca. Él, casi con las mismas influencias de su tía, entonces la pelea sería algo justa. El señor Dávila era una pieza importante para determinar su inocencia, puesto que él podría reconocer la letra de Jorge y llevar algún manuscrito de él para declararle culpable, y como Jorge ya no estaba en Sonora... Pero, ¿Y si Jorge no era culpable? ¿Habría otra solución? Sería algo arriesgado, pero estaba dispuesta pedirle ese favor a Dávila. Se sentía mal por deberle a Dávila otro favor, pero confiaba en él porque si ya había corregido un error de Jorge, no le costaba nada corregir otro. 《Se lo he de pedir, pero si se cruza con su tía en Magdalena, y no viene a Nogueras, sabré a qué atenerme y renunciaré a mis esperanzas —pensó—. Si su tía le cuenta que me tiene entre la espada y la pared, entonces deberé de conformarme y olvidarlo》.

   Estos diálogos con ella misma le daban una especie de consuelo que la ayudaban a no sentirse derrotada y con el final a la vuelta de la esquina. En ese momento, su padre la llamó para decirle algo importante a solas:

   —Esta mañana me trajeron una carta que me dejó perplejo. Y como a partir de la conquista de tu hermana al catrín, he sentido un profundo respeto por tu madre, voy a utilizar su expresión. Es que cuando leí el contenido de la carta, no tardé en salir bien "hecho la mocha" en tu busca. Ahora resulta que yo, que soy el padre de ustedes, no sabía que no nomás una de mis hijas se va a casar, sino dos. Te he llamado para felicitarte, aunque te noto un poco débil, tal vez perdiste toda tu energía en conquistar a alguien como él.

Orgullo y prejuicio: A la mexicanaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora