Las Benítez no tardaron en visitar la hacienda Nogueras, más que para crear lazos con los Betancourt; la señora de Benítez deseaba ir para conocer el mobiliario, los jardines y el interior en general.
— Si nos quedamos un buen rato, a lo mejor y hasta nos invitan a comer — decía —, les digo porque no las quiero quejándose para que nos regresemos.
— Pero, mamá — dijo Juana —, papá te esperará para la comida.
— Allá hay nopales si quiere el hombre — respondió —, o que no coma, a ver si los libros le dan de comer.
— Uno pierde la noción del tiempo cuando lee el libro indicado — opinó María —. No creo que nuestro padre se dé cuenta de nuestra ausencia hasta que lleguemos y Laura empiece a gritar y correr por todas partes como si fuera un infante.
Laura estaba a punto de burlarse de su hermana, pero Carlotta se unió a la caminata y la señora de Benítez no tardó en lucirse:
— Qué cansada estoy, no sé cuánto falta para llegar a Nogueras.
— Mamá, pero si los Lozano nos trajeron en su carreta y nos bajaron hace dos calles — dijo Elíza.
— ¡Para ti es fácil decirlo! Todas están jóvenes y no les hace nada caminar bajo el sol, pero yo, tan debilitada por mis nervios, es difícil caminar mucho. A ver cuándo arreglan nuestra carreta, ya estuvo bueno de andar a pata.
Así fue en todas las calles que faltaban para llegar a Nogueras, el cielo no podía estar más despejado sin nubes a la vista para que taparan el sol. Y la boca de la señora de Benítez no podía cerrarse un momento, culpando a su marido de una posible deshidratación y de más.
— No se preocupe, madre, — la tranquilizó María —, de acuerdo al mes en que estamos, es muy probable que haya lluvias en estos días, y el calor que sentimos es producto de la sofocación que hay antes de la lluvia.
— ¡Mira allí esta la hacienda! — gritó la señora de Benítez, ignorando a su tercer hija.
En la ventana que daba al frente en Nogueras, estaba la señorita Betancourt, observando a todas las Benítez y a Carlotta.
— Tendremos visita de los proletariados — dijo con voz ofendida.
Lo primero que hizo la señora de Benítez al llegar fue pedir un vaso de agua, que no tardaron en llevarle. Juana y el señor Betancourt se sentaron a platicar y ponerse al día, éste le enseñaba con orgullo las modificaciones que había hecho en Nogueras. El señor Dávila no quiso diálogar con nadie, se había aislado (o fingía estarlo) leyendo un periódico de la región, aunque de vez en cuando su vista se alzaba para mirar a Elíza, Carlotta y a las hermanas del señor Betancourt hablando juntas.
Al último, antes de que se fueran las visitantes, fueron invitadas a comer, tal como la señora de Benítez había predicho. Una vez terminada la comida, dieron las gracias y comenzaron su camino de regreso a su hogar, no sin antes hablar un poco. En el camino, Juana iba escuchando los consejos de su madre para «atrapar» a un hombre, Laura y Cata seguían haciendo el mismo escándalo que en la visita, María tenía un debate mental en si irse con Carlotta para ensayar su hora de piano o regresar a su casa para leer el nuevo tomo que compró. Elíza y Carlotta hablaban sobre Juana.
— Me pregunto — dijo Carlotta — cómo le hizo Juana para ganarse el afecto (o, por lo menos, respeto) de los que viven en Nogueras.
— ¿A qué te refieres?
— Es muy tímida, rara vez toma la iniciativa para iniciar una conversación, y a pesar de ello, la señorita Betancourt y la señora de Higuera desean conocerla más, al igual que a ti.
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Orgullo y prejuicio: A la mexicana
Fiksi SejarahAmbientado en la Revolución Mexicana, la señora de Benítez solamente tiene un propósito en su vida: casar a sus cinco hijas. Pero, su segunda hija, la señorita Elíza Benítez tiene otro propósito en su vida: casarse cuando ella, y no su madre, crea n...