7

555 75 6
                                    

Ana despertó horas después, abrió sus enormes ojos y me observo con atención. Sonrió levemente y acaricio su vientre, haciendola reir ante el contacto mostrando sus encías vacías de dientes.

Dos meses atrás...

— Crees que es normal que no haya empezado a hablar ni a tener dientes a esta edad?"— Steve me había preguntado una vez que llegue a su casa. Deje de preparar la papilla de Ana y volteé a verlo.— Es que siento que está tardando mucho.

— apenas tiene un año.— sonrió con ternura ante su preocupación.— Crecerán pronto y cuando eso pase, no dejará de llorar. Les causa comezón y mucha molestia.

— Le compre de esos juguetes para que muerda cuando empiece eso.— Dijo pensativo.

— También le compro un triciclo, cuando no sabe ni correr.— Deje de lado la cuchara y me acerque a él.— Todo estará bien, ella está bien. Ya fuimos al doctor, el lo dijo.

— Pero tú confías en él?— me vio expectante.— Confío mucho en tu opinión Lisa, sabes más de bebés que yo.

— Si, lo hago.— Asiento con confianza, el suspira pasando ambas manos sobre su rostro.— Se siente bien?

— Solo.— apretó sus labios y me dio una mirada desolada.— Estoy preocupado, no se si lo estoy haciendo bien.

— Lo está haciendo bien, señor rogers.— Colocó mi mano en su hombro con todo el respeto que le tenía, no quería causar el efecto contrario.— Ana lo ama, al igual que ben. Es el mejor padre que he visto.

— Lo dices enserio?— sus ojos azules brillaron de pronto, sentí un calor en mi pecho al verle y asenti.

— Llevo en este trabajo tres años. Y no había conocido a un hombre tan comprometido con sus hijos como usted.

Para mi sorpresa, el de había levantado del banco donde estaba sentado y me abrazo con fuerza. El era más alto que yo por lo que tuvo que agacharse un poco para poder hacerlo, algo insegura correspondi el gesto.

— Muchas gracias, Lisa.— susurró y se alejo de mi un poco.— De no ser por ti, nos hubiéramos vuelto locos.

— No se preocupe señor rogers.— Sonrió levemente soltando sus brazos. — Aquí estaré para lo que necesiten.

— Eres la mejor.— Sonrió alegremente y volví a mi trabajo. Cuando el hablo de nuevo.—Te he dicho mil veces que me digas Steve. Ya eres parte de está familia.

Apreté mis labios y sentí mis ojos llenos de lagrimas que me obligue a ocultar mientras molia las moras en el tazón.

— Gracias, eso significa mucho para mí, Steve.

Suelto un largo y sonoro suspiro al recordar aquello. Ana comienza a quejarse, por lo que limpio mi rostro y la tomo en brazos para cambiarla de pañal.

La recuerdo en el otro extremo de la cama y le quitó su pañal con cuidado, arrugó la nariz de inmediato. Ella suelta una carcajada.

— Si, diviértete con mi sufrimiento.— Gruño envolviendo el pañal dejándolo a un lado para después tirarlo a la basura.

Mientras seguía limpiando a Ana, la puerta fue tocada varias veces. Suspiro frustrada cuando Ana volvió a moverse no dejándome terminar de ponerle el pañal.

— Adelante!— Grito mientras luchaba con la pequeña karateka.— Dios, Ana!

— ¿Todo bien?

Hasta lo ImposibleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora