Sentada, admiraba su alrededor con una dulce sonrisa habitando sus delicados labios. Aquella brisa, era fría, pero acariciaba su rostro, despeinaba su cabello, hacia mecer las ramas de un gran árbol desvestido en un invierno que se alejaba, brisa que llenaba sus pulmones en medio de una larga inhalación tan reconfortante a sus recuerdos en Corea, a su niñez. Todo aquello la hacían sentir en paz.
Mirar el lugar donde había crecido, donde había hecho sus primeros y gratos recuerdos, la llenaban de melancolía, pero de felicidad al mismo tiempo. Alargó su diestra hasta alcanzar una taza que yacía en una mesita frente a ella y dio un sorbo a su chocolate que comenzaba a enfriar, mientras su mirada por el borde de su taza, dio con su padre, el cual se encontraba más adelante frente a una parrillera, tan concentrado en ello, pero al parecer había recordado su presencia volviendo su rostro hasta encontrarse con su mirada. Le sonrió desde la distancia y se dispuso de pie para acercarse hasta él.
—Ya está casi lista —le mencionó devolviendo su mirada a la carne ya en su punto mientras le daba vueltas con un largo tenedor—. Justo en el punto en que te gusta.
—No quieres algo de tomar, papá. —El hombre hizo una pausa en sus acciones al momento en que comenzaba a toser—. Papá, me preocupa esa tos —se acercó con gesto preocupado sobando la espalda de su progenitor—. La he notado desde que llegué.
—No es nada, mi pequeña —él hombre prefirió cambiar de tema al notar la preocupación reluciente en aquellos ojos color café—. Ahora que mencionas tomar algo, me apetece un vaso con agua.
—Está bien, pero hablaremos más tarde, ¿ok? —pidió con tal seriedad que su padre sólo pudo inclinarse y depositarle un beso en sobre su frente, tan dulce y capaz de hacerle borrar su preocupación en una sonrisa—. Ya vuelvo.
Ambos estaban en la parte trasera de la casa. Había una pequeña piscina dispuesta en el centro, el suelo era cubierto por una verde grama, y las ramas, prontas a florecer, adornaban los límites de las paredes cubiertas de piedras. Un gran árbol estaba al lado derecho, bajo este una mesita de campo, y del lado izquierdo la parrillera.
La castaña se dirigió por un pequeño camino de piedra con intenciones de adentrarse por la puerta trasera que daba a la cocina, cuando su curiosa mirada cayó al lado derecho de su hombro. Allí observo de reojo un auto justo en la entrada, se detuvo mirando ahora de frente ladeando todo su cuerpo, mantuvo su mirada sobre el auto al parecerle conocido.
«Ese auto...» —Arrugó su entrecejo y se abrazó a si misma al sentir un escalofrío recorrer su piel. Sacudió su cabeza y se adentró a la cocina, tomó un vaso de los estantes y lo colocó en la encimera. Se dio la vuelta y abrió la puerta del refrigerador. Al tomar la jarra de agua, notó como su mano temblaba si sentido alguno.
—Jennie —escuchar su nombre en aquel tono, era como un switch que le permitía conectar sus emociones y ponerlas en alerta.
Aún mantenía su mano en la jarra, donde sus sentidos se sublevan a su audición tan alerta y capaz de percibir unos pasos detrás de ella, acto tan suficiente para que el temblor en su cuerpo se hiciera más notorio, donde su respiración quedaba suspendida entre sus labios y sus párpados parecían decaer ante lo que parecía un desvarío ligado a su estadía en Corea.
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Sʜᴀᴅᴏᴡ (Eʟ ᴅᴇsᴇɴʟᴀᴄᴇ) → Jᴇɴʟɪsᴀ
FanfictionLIBRO ₂ ¿Podría ser dos años suficientes para olvidar algo que no se conoció completamente? ¿Acaso una falacia, tan instigadora e incipiente de su separación, tenía más valor que el amor? ¿Sería tarde o intempestivo, buscar de ella nuevamente? ¿Rem...