XLVII: Uɴ ᴊᴜɪᴄɪᴏ ᴘᴏʀ ᴊᴜsᴛɪᴄɪᴀ.

660 84 67
                                    

Una vida, tan desaprovechada, tan propiciada a generar la maldad en actos tan dirigidos a seres cuyo lazo familiar era lo de menos, y era lo fatídico

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Una vida, tan desaprovechada, tan propiciada a generar la maldad en actos tan dirigidos a seres cuyo lazo familiar era lo de menos, y era lo fatídico. Fatídico porque ser familia de tan abominable ser era lo que las acercaba, ataba, y mantenía al lado de él. De él quien durante varias horas de agonía le fue de suficiente para que ante sus ojos se figuraran las incontables maldades que engendró en seres que hoy día volvieron a su reencuentro.

Aquella bala incrustada en su tórax, fue de suficiencia para que su herida fuera la abertura que succionara el aire que causó su insuficiencia respiratoria y gran pérdida de sangre, donde gota a gota era lo que le daba más palidez a un cuerpo convulsivo que desgarraba su garganta en búsqueda de algo tan abundante, pero tan poco a su consuelo, a su aliento, a su vida, cual se esfumó en una lenta y tortuosa agonía...

Pudo o no ser de suficiencia aquello, pero quizá más allá de la muerte, se pueda seguir pagando.

Pero en vida, también se paga el daño causado, en vida también se carcome el aliento aun cuando este es tan abundante, pero no cuando se ve figurado en algo adictivo, en algo que muchos penden el hálito respirar, penden el existir sólo por seguir dependiendo de aquello. Algo como las drogas, tan dañinas, tan consumidas por cuerpos que se desgastan en ello y que ya no ven más cordura que su contenido fluyendo por sus venas, al punto de no ser sangre lo que les recorra.

Y no tenerlo, es de suficiencia para querer morir, sin poder, siento esto el pago por existir.

***

El color amaderado era lo que mayormente se vislumbraba, lo que sus ojos detallaban con cada mirada tan perdida. Yacía sentada en primera fila, allí donde sólo un escritorio rectangular le era del soporte para el reposo de sus manos, allí, al frente de aquel gran escritorio que parecía acaparar cualquier atención con su sola posición un tanto elevada, cual misma emanaba la autoridad que le caracterizaba y aguardaba tras de sí en aquel sillón amaderado.

Pero sus ojos pudieron tomar más importancia sobre lo que en ellos se avistaba, deteniéndose sobre aquel escritorio donde yacía un objeto que dictaría lo que sucedería con sus venideros días, siendo esto más que suficiente para que sus párpados se contrajeran en conjunto con una mueca tan cóncava en sus labios. Podía imaginar el sonido tan peculiar de un mazo golpear sobre la madera de forma circular que le acompañaba, crispándose de sólo suponerlo.

—¿Por qué manché tan limpio camino donde apenas di paso alguno? —sus labios apenas se despegaban en leve murmullo cual martillaba en su mente—. ¿Por qué... simplemente me dejo llevar en acciones desmedidas? —Inclinó su cuerpo hasta que su torso dio con el filo de la mesa, hasta dejar caer su cabeza sobre sus manos—. ¿Por qué no puedo ver más allá cuando estoy en... en pasos oscuros?

Unos pasos resonaron en aquel lugar, siendo algunos murmullos más que a su entendimiento de que estaba acompaña desde hace algunas instancias, pero su cuerpo y mente habían estado alejados de cualquier entorno que no fuera los escenarios contrarios, que no fuera más que el remordimiento que punzaba su corazón y le hacía vaciar pequeños suspiros tan acongojados y apretantes sobre su pecho.

Sʜᴀᴅᴏᴡ (Eʟ ᴅᴇsᴇɴʟᴀᴄᴇ) → JᴇɴʟɪsᴀDonde viven las historias. Descúbrelo ahora