XXII: Eʀʀᴏʀᴇs ᴅᴇʟ ᴘᴀsᴀᴅᴏ.

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Había perdió la cuenta de cuántas veces, había marcado aquel número

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Había perdió la cuenta de cuántas veces, había marcado aquel número. Ya lo tenía inscrito en las yemas de sus dedos. Pero no recibía respuestas más que sólo un tono continuo que dejaba a entender que el número ya no podía ser localizado.

Estuvo a punto de estrellar su teléfono contra la pared. Pero se contuvo al cavilar en que sería un error; quizás aquella persona volvería a llamarla y ofrecerle más información sobre su abuela.

Sentía una tristeza enorme, no podía describirla exactamente, pero no era la primera vez que se sentía así. Rememorar a su abuela, por medio de aquellos objetos que sin duda le pertenecían. La hizo retrotraer el pasado nuevamente, recordar sus desolados días en la calle, días y noches tras su búsqueda... Hasta perderse en la oscuridad que la calle significaba, y no en un aspecto figurativo.

Despegó su espalda del sofá, aligerando su carga sobre sus codos posados en sus rodillas. La melancolía velaba sus pensamientos y la tristeza bañaba su rostro. Era increíble cómo el pasado volvía y renovaba la herida alimentando su desesperación por aquello que una vez estuvo a su lado y de la forma más cruel arrebatado. Sólo sentía su sangre calentarse antes los pensamientos, agrandando su peligrosa melancolía figurada en su titilante mano empuñada.

Alzó su mirada lentamente hasta dejarla posada sobre la pintura El Grito. Recordó el por qué la había adquirido, y es que al saber sobre el significado que aguardaba el artista sobre la misma, le pareció similar a lo que ella vivía.

—Quien sea que me haya llamado, no llamará —soltó el aire pesadamente descolgando su cabeza—. De seguro fue una broma —arrastró aquellas palabras en casi un murmullo, como si temiese que fueran ciertas al expulsarlas a viva voz.

—¿Qué espero? —se cuestionaba al instante en que se ponía de pie y tomaba las llaves de su auto, colgadas al lado de la puerta—. Cierto o no, debo averiguar por mi parte.

En eso salió, sin fijarse en su alrededor, sólo en la espesa grama que era aplastada con sus pisadas, hasta que el sonido de un claxon la hizo elevar su rostro y mirar adelante. Sus pasos pasaron de rápidos y decididos, a lentos y forzados.

Siguió su camino ignorando el auto que estaba delante del suyo, hasta que la ventanilla del copiloto de aquel auto se bajó y una voz grave se pronunció.

—Sube, Lisa. Necesito hablar contigo.

Lisa, se detuvo, más que por la petición de aquel hombre, era por el tono con que fue desglosada. Sabía ya que el tema a tratar llevaba consigo una reprensión. Pero, ¿sobre qué? No quería saber el motivo mucho menos, pero sabía que aquella persona no descuidaría de su presencia hasta tratar el tema que lo trajo a Busan. Así que subió al auto, centrando sus ojos en cualquier espacio que no fuera en su acompañante.

—¿No piensas saludar?

—¿Acaso lo hiciste tú? —ladeó su rostro un tanto recelosa, para observar a quien llevaba algunos meses, cuando mucho dos, sin ver—. Fuiste el primero en hablar, la oportunidad de saludar ya se perdió.

Sʜᴀᴅᴏᴡ (Eʟ ᴅᴇsᴇɴʟᴀᴄᴇ) → JᴇɴʟɪsᴀDonde viven las historias. Descúbrelo ahora