XXXII: Dᴇsᴅᴇ ᴅᴏɴᴅᴇ ᴍɪs ᴏᴊᴏs ᴛᴇ ᴘᴜᴇᴅᴀɴ ᴠᴇʀ.

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Habían deambulado por unos minutos aquella zona de Corea, desconocida para ambas

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Habían deambulado por unos minutos aquella zona de Corea, desconocida para ambas. Al final dieron con una pequeña cabaña donde pasar la noche. El lugar era modesto, un tanto aislado del centro de aquel pueblo. El camino cual nacía desde la calle hasta la cabaña, estaba demarcado por rocas cubiertas con musgos y flores.

—Bien, este parece ser el lugar donde pernoctaremos —comentó Jennie mientras apagaba el motor del auto y su mirada caía diagonal a la cabaña—. Todavía cae una pequeña llovizna. Vamos, de lo contrario me congelaré.

La extrañeza de que Lisa no dialogara, le hizo mirar a su lado. Y allí estaba Lisa, absorta mirándola. Le devolvió la mirada acompañada de una sonrisa mientras alagaba su mano cual deslizó por aquella fría mejilla.

—Lisa, estás helada, amor. —Otra mano tomó la suya y fue llevada a unos labios que se detuvieron sobre el dorso de su piel por un instante—. Tus labios si están cálidos... —murmuró aquel pensamiento deleitándose del gusto que le causaban unos labios sólo con un simple beso en su mano.

—Podrían estar más cálidos —Lisa vació las palabras que dieron a entender mucho a Jennie, donde se dio de cuenta que había dicho a viva voz algo que era un pensamiento.

Aclarando su garganta retiro lentamente su mano de unos labios pecadores y, que la consumían en el deseo de ser igual de pecadora.

—Vamos...

Al abrir la puerta el vivo frío le hizo suspirar buscando con aquel acto algo de cobijo en su cuerpo. El pequeño rocío de aquella lluvia, le comenzaba a salpicar su rostro. Al acobijarse así misma buscó a Lisa mirando por encima del techo del auto, y al no encontrarla comenzó a mirar a ambos lados hasta sentir que aquella llovizna ya no estaba.

—Te resfriaras —la voz provenía a sus espaldas, y al mirar estaba Lisa estirando su chaqueta con sus brazos para cubrir a ambas de la lluvia—. Vamos, camina.

Se aproximó al cuerpo de Lisa quien la cubrió más de cerca para comenzar a caminar a largas zancadas. Una vez dentro de aquella recepción, el calor hogareño las hizo sentir a gusto. Jennie se dirigió a la recepción donde se encontraba un hombre de mediana estatura y cabellos grisáceos. Y con una mirada acogedora, las recibió.

—Buenas noches, cabaña de la familia Lu. ¿En qué puede servirles?

Jennie se acercó tomando la iniciativa, Lisa esperaba detrás ofreciéndose, una vez, a correr por la cuenta del hospedaje de esa noche, pero Jennie se negó ganándose un suspiro pesado por parte de la otra; ya sabía lo insistente que era la castaña.

—No, Lisa —le objeto nuevamente al notar que le extendía unos billetes—. Yo corro con los gastos. Tranquila.

—Ya te he molestado mucho por el día de hoy. Por lo menos déjame pagar. —Suspiro vencida al notar la mano de Jennie alzarse hasta su cuello; ya sabía que era una forma de pedir que dejara el asunto pasar. Tomó aquella mano y haló aquel cuerpo hacía el suyo, advirtiendo por el rabillo del ojo, la distancia de aquel hombre a las dos—. Te aprovechas de lo que ejerces en mí con tu toqué, ¿hum?

Sʜᴀᴅᴏᴡ (Eʟ ᴅᴇsᴇɴʟᴀᴄᴇ) → JᴇɴʟɪsᴀDonde viven las historias. Descúbrelo ahora