XVI: Pᴏʀ sɪ ʜᴏʏ ʟᴏ ᴏʟᴠɪᴅᴀsᴛᴇ...

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Luego de aquella llamada, Lisa, paso muchas horas sentada sobre aquel par de escalones que daban a su casa rodante

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Luego de aquella llamada, Lisa, paso muchas horas sentada sobre aquel par de escalones que daban a su casa rodante. Se mantuvo con sus brazos colgando de sus rodillas dobladas, su atención estaba alerta a cualquier movilidad a su alrededor.

Al colgar la llamada, tardó en reaccionar, se había dispuesto de pie y comenzó a caminar a largas zancadas por todo el barrio. No sabía qué o a quién buscaba, pero aquella persona le hizo entrever que la vigilaba y podía estar cerca. Luego de caminar por aquellas calles, la tarde terminó de caer y con ella la llegada de la noche.

Lisa, regresó y se desplomó sentándose en la escalera, estaba agitada, transpirada, y con una inquietud gobernando su pecho. Su cabeza formulaba muchas preguntas que no la dejaban pensar. Pero para ella ya no había que más pensar, ya sus emociones y sentimientos la impulsaban en una decisión.

No sabía cuánto tiempo duró afuera en los escalones. Tanto las pequeñas corrientes de brisa fría que despedían el invierno, y sus pensamientos la empujaron dentro, donde de manera desesperada, comenzó a rebuscar entre sus pertenencias, desordenó un desorden ya existente, en busca de dinero, objetos de valor que pudiera vender, algo que pudiera cambiar por dinero.

Tras unos minutos dedicados al agite de su corazón, se detuvo respirando por la boca en medio de la pequeña sala, entre los sofás. Con su atención puesta sobre la pintura El grito. La miraba como si quisiera estar dentro, allí gritando al igual, pero realmente pretendía darle otro uso.

—No, Lisa —no quería vender objetos que tenían significado para ella, y que luego fuese en vano—. Debe haber otra manera.

Comenzó a dar pasos, con su mirada gacha y sus manos posadas en jarra sobre su cadera. Se comenzaba a sentir sofocada, y decidió servirse un vaso de agua, ya que era lo único con que contaba, y cual podía deshacer su idea de ingerir otro líquido. Mientras vaciaba su vaso de agua, sus ojos descendieron por la ventanilla de la cocina, advirtiendo el nuevo día reluciente.

—Tendré que intentarlo —se respondía a una vaga idea que cruzó ante sus pensamientos. Y dictándole dominio a sus pasos, salió de aquella casa.

Ahora conducía hacia el otro lado de la ciudad. Se dirigía por aquellas calles donde muchas veces paseó, donde sus ojos miraban y recordaban las tantas veces que anduvo en una zona, que creía ya no conocería más, que su mente ya había olvidado. Todo se le hacía tan extraño e inquietante para su mente que incluso parecía haberlo olvidado. Pero ahora el destino fraguaba para recordarle aquello que había olvidado.

Se dirigía hacia una persona que no cuestionaría el para qué quería cierta cantidad de dinero, una persona que sólo respondería con una aceptación o negación. Una persona que muy probablemente no le prestaría el dinero, pero quería intentarlo, y tener tachada esa opción antes de tomar la siguiente en lista.

Se dirigía hacia, Hyun Manoban.

Y allí estaba tras la puerta, esperando a que fuese abierta. En otros tiempos hubiera tomado su ascensor privado, o tomado sus llaves y abierto la puerta. Ahora no. Y sus pensamientos se desvanecieron al instante que fue abierta mostrando una cara conocida para Lisa. Aquella señora baja, de mirada juzgadora se inclinó hacia adelante, logrando hacer una media reverencia. Aún Lisa, era una Manoban, y aquella mujer queriendo o no, le debía respeto.

Sʜᴀᴅᴏᴡ (Eʟ ᴅᴇsᴇɴʟᴀᴄᴇ) → JᴇɴʟɪsᴀDonde viven las historias. Descúbrelo ahora