Las cosas no estaban bien para Morgana Dumbledore. Parecía que hubiera vuelto a aquel tiempo en que solo se desvivía por sacar buenas notas y jugar al Quidditch. No iba con los merodeadores, tampoco con Cole o con Lily, y pocas veces conversaba con sus abuelos, si podía evitarlos era lo mejor. Estaba muy delgada y tenía bolsas oscuras debajo de los ojos, además de que estos estaban hinchados. El único que pasaba las veinticuatro horas hablando o simplemente acompañándola era Tom, que le había jurado que no dejaría que se hundiera en ese pozo oscuro.
-Venga, Morgana tienes que comer algo.- le dijo este, mientras iban al Gran Comedor.- Estás prácticamente en los huesos.
-No tengo hambre.
-Prácticamente te viene grande la túnica.- dijo mirándola de arriba a abajo.- Estoy cansado de cosértela para que no se te caiga.
-¿Eras tú?- preguntó sorprendida.
-¿Quién te creías qué era?- dijo con sarcasmo.- ¿Los duendecillos de la noche?
-No sabía que estabas al tanto de cuentos muggles.- murmuró.
-Uno se tiene que informar si quiere mantener una conversación contigo.
Cuando llegaron al Gran Comedor hicieron lo mismo que siempre, Tom se asomó y miró en él, después le comunicó a Morgana las personas que había y finalmente entraban juntos.
-¿Qué más te da que estén los merodeadores si no te vas a sentar con ellos?- preguntó mientras avanzaban por el gran pasillo e ignoraban los murmullos.
-En estos momentos prefiero tu compañía a la de ellos.- susurró, para que no la vieran hablar sola, ya era lo que le faltaba...
Aunque a Tom le conmovió el comentario, aunque seguía pensando que su amiga debía relacionarse con sus amigos, que probara a comunicarse con otros adolescentes de su edad y no solo con un horrocrux.
-Ahora mismo solo transmito emociones negativas, ni una positiva.- murmuró sentándose en la mesa de Gryffindor lo más apartada posible de los demás.- Y ellos solo piensan en divertirse, yo soy incapaz de reírme en estos momentos.
-Creo que te vendría bien divertirte.- comentó.- Aunque fuera solo un poco. Que te rías no implica que no estés triste.
Murmuró algo que no logró oír (o más bien que no quiso escuchar) y cada uno se tomó su desayuno. A pesar de que Tom, al ser un espíritu no tenía hambre, le gustaba comer y rememorar el gusto de sus comidas favoritas. Cuando terminaron fueron hasta clase de transformaciones y Morgana se sentó en un pupitre en última fila, como estaba haciendo desde hacía un tiempo, y en la silla vacía se sentaba Tom, que como bien decía: "quería ser su sombra hasta que estuviera mejor." Y aunque Morgana no lo admitiera en voz alta, ambos sabían que se lo agradecía profundamente.
-He estado pensando estos últimos días en algo.- dijo en voz baja Morgana.- Me gustaría que me enseñes un hechizo de las artes oscuras.
De la impresión, Tom se cayó con la silla hacia atrás y tiró varias cosas al suelo, lo que provocó que todos se giraran a mirarla, incluida McGonagall, que estaba muy preocupada por su nieta y necesitaba hablar con ella, pero siempre que lo intentaba le ponía una excusa y se marchaba.
-Perdón.- dijo Morgana, con la esperanza de que dejaran de mirarla, lo cual funcionó. Luego miró a Tom en el suelo y le ayudó a levantarse.- ¿Estás loco?- siseó.- ¿Quieres que me lleven a San Mungo o qué?
-¿Te has vuelto loca?- gritó él.- ¡No, no y no! ¡Esto si que no!
-Baja la voz, por Merlín.- susurró esta.
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Morgana Dumbledore
FanfictionEl mundo mágico está conmocionado. La nieta del mago más poderoso de todos los tiempos ha llegado a Hogwarts. ¿Lo malo? Ni el propio Dumbledore sabía de su llegada.