064: Gellert Grindelwald

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-¡Albus, viejo amigo!- exclamó Gellert Grindelwald, que parecía bastante humano en ese momento.- ¡A mis brazos, hermano!

Entre Minerva, Albus y Cole, nadie supo determinar quién estaba más sorprendido. Puede que el nieto del mago oscuro, y es que jamás le había visto ni sonreír, ni reírse, en general nada que tuviera que ver con divertirse.

-¿De qué va todo esto?- preguntó finalmente Albus.

Sin embargo, parecía que contestar a su antiguo amigo, no estaba en los planes de Grindelwald, ya que, pasó de él y fue directamente hasta su nieto. Este se encogió en su sitio, aunque intentó permanecer tranquilo, no lo consiguió. A medida que se acercaba a él, notaba que su respiración era más irregular y finalmente su mano tembló con nerviosismo cuando se paró frente a él.

-Hoy has demostrado ser sangre de mi sangre, Cole.- le dijo, dándole unas palmaditas en el hombro.- Es la primera vez que lo haces.

-No he hecho nada.- susurró.

-Precisamente por eso.- sonrió, se alejó de él y volvió al centro de la habitación.- Seguramente os preguntaréis por que os he reunido aquí, aunque primero necesito saber algo...- se frotó la barba y rumió algo para sí mismo.- ¿Cómo habéis deducido qué era yo?

Dumbledore señaló al adolescente, mientras que Minerva le pegaba un codazo y él se quejaba de que no entendía que había hecho mal si solo había dicho la verdad.

-El símbolo de las reliquias de la muerte se suele asociar contigo.- contestó.- Además...

-¡No me lo digas!- exclamó.- Si nos os importa, traeré a nuestra invitada de honor.- miró a su leal elfo doméstico y le hizo un gesto.- Ve a por ella, Ratchel.

En la opinión de Cole, el maldito elfo doméstico llevaba siéndole fiel a su amo probablemente desde hacía cincuenta años y en todo ese tiempo, jamás le había mostrado un gesto de cariño. Era como si el elfo lo odiara.

Unos minutos después, el animalejo regresó acompañado de una adolescente que todos conocían muy bien. Cuando la vieron, los tres suspiraron con alivio. Llevaba otra ropa diferente, habiendo dejado atrás la ridícula túnica. Entrecerró los ojos con fuerza y se llevó las manos a la cabeza, como si el sol le molestara o como si tuviera resaca...

-Maldita sea.- siseó, frotándose las sienes.- Cállate, Tom, o me explotará la cabeza.

En Hogwarts, Tom había logrado, finalmente, comunicarse con ella y estaba tan feliz que, fácilmente, podría haberle partido el cráneo por la mitad.

-No grites tanto.- susurró, sin embargo todos la escucharon.- No puedo hablar ahora.- se calló y negó con la cabeza.- Mira tú mismo la situación y cállate de una vez.

Hizo un gesto más y respiró tranquila cuando el dolor desapareció, aunque la sorpresa vino cuando vio a sus abuelos y su novio frente a ella. Ni en un millón de años podría haberse imaginado tal escena.

-Ven aquí, Morgana.- le dijo Gellert y cuando estuvo a su lado le puso las manos sobre los hombros, enfureciendo a Albus.- Venga, diles que solo estábamos hablando y que te he tratado muy bien.

-Me ha tratado de cine.- dijo con sarcasmo que todos notaron.- Hacía tiempo que no disfrutaba tanto. Esto es mejor que un hotel, muggle por supuesto.- dijo mirando al mago, el cual solo frunció el entrecejo.- Porque los muggles hacen las cosas mucho mejor que los magos. Son mejores en todo.

El plan de Morgana era bien sencillo: picar a Grindelwald para que abandonara esa faceta amable y que toda la verdad saliera a la luz.

«¡Dile que el propio Voldemort es hijo de un muggle!» exclamó la voz de Tom por algún lugar de su mente.

Morgana DumbledoreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora